Regresar
a la lista artículos | Inicio
El
carbón como opción de combustible en la generación eléctrica
Fallaron
las premisas de planeación en que se basó la política de
combustibles de los años noventa. Hoy vemos que no tenemos abundancia
de gas natural y que debemos rectificar el camino.
EDUARDO
ANDRADE ITURRIBARRÍA*
La
discusión sobre la necesidad de una reforma del sector energético
durante este sexenio se inició exclusivamente como un debate respecto
a la organización industrial del sector eléctrico y, desgraciadamente,
pronto degeneró a consideraciones muy burdas como la propiedad de los
activos de generación de Comisión Federal de Electricidad (CFE)
que en realidad nunca debieron ni siquiera haber sido abordadas. Con esto se
desvirtuó el sentido de los reales problemas que había que resolver
y el proceso de análisis y discusión se ha estancado sin que parezca
que tenga remedio.
Sin embargo, no todo ha sido negativo y la parte más trascendente de
la gestión de Ernesto Martens, como Secretario de Energía, fue
ampliar el alcance del diagnóstico de la situación de nuestro
sector energético para que cubriera también los combustibles.
Pareciera ser que como México es un país rico en petróleo
se asumiera que irremediablemente es rico en combustibles, lo cual no necesariamente
es cierto.
Nuestro país tiene petróleo con bastedad y gas con alguna probabilidad.
En la década anterior se hicieron planes para orientar la política
de combustibles para el sector eléctrico y en general para el país
hacia el gas natural, bajo las premisas de que habría disponibilidad
y de que los precios se mantendrían bajos. Recordemos que era normal
comprar gas natural a 2.50 dólares por millar de pies cúbicos.
Desgraciadamente, los supuestos no se han cumplido y el gas no baja de los 4.50
dólares, más bien manteniéndose por encima de los 5 dólares,
y la disponibilidad para cumplir con el incremento en la demanda es bastante
cuestionable. De hecho el Programa Estratégico de Gas de Petróleos
Mexicanos estima que, bajo escenarios realistas, la producción de gas
doméstico no sería suficiente para poder alcanzar a la demanda
proyectada, lo que nos lleva a una situación en la que de alguna forma
siempre seremos dependientes del suministro foráneo.
Esta situación está obligando a Petróleos Mexicanos (Pemex)
a hacer grandes inversiones o asumir compromisos financieros sustanciales para
aumentar la producción de gas, probablemente en menoscabo de actividades
más rentables dentro de su función, y a la CFE a integrarse verticalmente
como comercializador de gas natural mediante la adquisición de gas natural
licuado a largo plazo, lo que representa una garantía de suministro,
pero también un compromiso contractual a cumplir hacia el futuro.
En ambos casos, las acciones de las paraestatales están teniendo que
ser reactivas a decisiones de política energética que fueron tomadas
en el pasado y que a la luz de la realidad al menos deberían ser reevaluadas
o redimensionadas.
Cabe preguntarse lo que haría la CFE si se le garantizara el suministro
a precios competitivos o lo que Pemex haría si no tuviera que enfocar
sus baterías hacia la producción de gas natural para satisfacer
una demanda que crece aceleradamente.
Algunos opinan que el combustóleo puede ser una opción, pero la
realidad es que las refinerías de Pemex están dejando de producirlo
para enfocarse en productos de mayor valor agregado y que no pueden ser sustituidos
por otros, e importarlo es continuar dependiendo de un combustible que está
sujeto a las variaciones inherentes al petróleo. Dicho lo anterior, se
ha identificado un potencial de cogeneración en las refinerías
de Pemex, empleando residuales del petróleo, que podrá aprovecharse.
En un proceso de garantizar la disponibilidad a precios más competitivos
sería obligatorio hacer una revisión de utilizar el carbón
para generar electricidad por encima de lo que lo hacemos ahora o de lo que
tenemos planeado hacerlo. Las tecnologías más recientes permiten
garantizar que el componente de contaminación ambiental puede estar dentro
de normas aceptables. El costo de las plantas es cada vez más atractivo,
como quedará demostrado en marzo cuando la expansión de la central
termoeléctrica de Petacalco sea concursada. Hay más de 30 países
productores con vastas reservas y ubicados en zonas menos conflictivas del mundo,
lo que elimina muchos de los riesgos geopolíticos característicos
del petróleo y, desde luego, existe la posibilidad de establecer contratos
de aprovisionamiento a largo plazo que garanticen estabilidad y niveles de precio
aceptables.
Los programas de simulación de la demanda eléctrica de la CFE
han demostrado ser muy confiables cuando se comparan las proyecciones estimadas
con los resultados obtenidos, y salvo por excepciones, la oferta cumple satisfactoriamente
con la demanda. Sin embargo, la evaluación de alternativas tecnológicas
a utilizar se hace con estimaciones de los costos mínimos para el sistema,
de acuerdo a la esperanza que se tenga del diferencial de precios de diversos
combustibles. Esto quiere decir que para un horizonte de planeación que
puede ir de los 10 a los 25 años, la política de utilización
de combustibles del país se define por estimaciones que carecen de certidumbre,
ya que ese diferencial no es verdaderamente medible ni siquiera para los próximos
cinco años, menos aún para los próximos veinticinco.
Es claro que ahora nos encontramos en el punto en que tenemos que pagar las
consecuencias de una política, la de los años noventa, cuyas premisas
de planeación fallaron. Ni México es el cuerno de la abundancia
del gas natural, ni los precios se han mantenido en niveles razonables. No es
posible dar marcha atrás, pero si es posible y sería deseable
rectificar el camino.
Si del total de 28,000 megawatts (MW) proyectados por CFE se tomara una decisión
explícita de que 5,500 MW, o sea menos de un 25% de ellos, fueran construidos
para utilizar carbón, se evitaría la necesidad de utilizar mil
millones de pies cúbicos de gas natural diariamente. Esto contribuiría
a disminuir la presión al alza del precio del gas y disminuiría
el sentido de urgencia con el que Pemex se tiene que manejar ahora en sus decisiones
de inversión de capital para cumplir con los compromisos de abastecer
la demanda.
Al análisis de lo que más conviene al país, y no sólo
sectorialmente, esta alternativa debería ser evaluada profundamente.
*Ingeniero
civil, egresado de la UNAM con especialización en administración
de proyectos y posgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión
de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es presidente de la Asociación
Mexicana de Energía Eléctrica y se desempeña como director
de Desarrollo de Negocios de Techint (amee@internet.com.mx).