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UNA
VISIÓN DE LA REFORMA ENERGÉTICA POR UNO DE LOS PRINCIPALES USUARIOS
JUAN
REBOLLEDO GOUT*
Con el pretexto de la falta de acuerdos sobre la reforma
eléctrica, no se avanza respecto a la calidad ni la competitividad
de las tarifas eléctricas. Las autoridades dan a entender que no pueden
hacer nada sobre las tarifas ni sobre las fallas eléctricas, si no
hay reforma. Sin embargo, bastaría la voluntad oficial para corregir
muchos de los problemas y las inequidades en ese sector.
El intenso debate sobre la reforma constitucional en materia eléctrica
ha paralizado todos los esfuerzos por asegurar mejores condiciones para que
las empresas sean más competitivas.De hecho, inhibe la inversión
y con ello ha paralizado buena parte de los esfuerzos para alentar el crecimiento
económico que es la única vía para enfrentar los graves
problemas sociales del país.
Con frecuencia se olvida para qué se quiere una reforma eléctrica.
Su objetivo, en realidad, es muy sencillo: lograr que el país
genere electricidad suficiente, de calidad y a precios competitivos.
La obsesión con los temas de la propiedad de la generación eléctrica
ha desvirtuado ese propósito central y muy claro. Ha dado pie a una
lucha de posiciones radicales, sin terreno intermedio y sin destino.
Más grave aún que la parálisis legislativa, ha sido el
congelamiento administrativo respecto a ese mismo objetivo nacional. Con el
pretexto de la falta de acuerdos sobre la reforma eléctrica, nada avanza
respecto a la calidad ni la competitividad de los precios de la energía
eléctrica. Sin reforma –parece decirnos el gobierno– nada
se puede hacer sobre las tarifas ni sobre las fallas eléctricas. La
parálisis se ha transmitido del Congreso a la administración
del servicio eléctrico mismo, afectando a la planta productiva, a la
inversión, a la creación de empleo. El resultado final es el
estancamiento económico.
Es más, mientras la economía se abría a la competencia
internacional tanto en el mercado interno como en el de exportación,
el insumo por excelencia que es la energía –y en particular,
la energía eléctrica– se ha prestado a la planta productiva
bajo las más deplorables prácticas de las economías cerradas:
(a) la discriminación de la región noroeste
frente al resto del país, la discriminación de la industria
frente a otras actividades productivas y el encarecimiento de los precios
nacionales frente a los de nuestros socios comerciales, (b)
la casi absoluta discrecionalidad en la fijación de las tarifas y la
opacidad en su composición y, (c) la disolución
de las responsabilidades sobre la calidad del servicio.
DISCRIMINACION
El
Instituto Mexicano de la Competitividad ha mostrado que la energía eléctrica
del país es notablemente más cara en México que en los
países socios del Tratado de Libre Comercio, el ámbito principal
de competencia de nuestros productos.
Respecto a las actividades productivas, los usuarios de la alta y media tensión
cargan con buena parte del gasto del sistema total. A pesar de que su distribución
y despacho requieren de menores inversiones y su consumo es más estable,
su naturaleza como usuarios cautivos los hace fáciles presas para compensar
los subsidios al bombeo eléctrico y aún al consumo residencial.
Claro que la planta productiva –laque crea empleos, compite y exporta–
es la usuaria de la media y alta tensión.
Este fenómeno se recrudece en la geografía nacional. Existe una
clara discriminación del noroeste frente a otras regiones del país.
La región que ocupan los estados de Sonora y Sinaloa, por años,
fueron deficitarios y su interconexión eléctrica, endeble. Hoy,
ésta es una región superavitaria en oferta de electricidad. Contrasta,
por eso, el cargo por demanda de verano en el noroeste, que es más del
doble de la cobrada en cualquiera de las otras regiones del país, particularmente
en las horas pico. Es más, en esta región se tienen 7 horas pico
al día, las más caras de todas, comparadas con 3 horas pico al
día en el resto del país. Dentro de este universo de clientes
se castiga más a los estables que a los consumidores estacionales.
En síntesis: la electricidad es más cara que la de nuestros
competidores, más cara para los consumidores industriales, más
cara si su actividad industrial la realizan en el noroeste del país y
todavía más cara si son consumidores estables a lo largo del año.
Estas son malas noticias para la inversión productiva y para la creación
de empleo. ¿Es acaso esta discriminación resultado de la falta
de reforma eléctrica? Dificílmente.
ARBITRARIEDAD.
¿Quién
y cómo se deciden y aplican las tarifas eléctricas? La ley dice
que las tarifas las fija la Secretaría de Hacienda y Crédito Público
(SHCP), escuchando a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y a otras
dependencias del gobierno federal, con el objetivo de cubrir las necesidades
financieras y las de ampliación del servicio público y el racional
consumo de energía eléctrica.
En realidad, las tarifas se modifican frecuentemente de manera impositiva y
los factores regionales, estacionales, y pico tienen una incidencia heterogénea
por encima de la base que es el consumo. Esto se agrava si consideramos que
en la determinación de esos factores el consumidor no tiene influencia
alguna.
Los incrementos estacionales se aplican de manera general salvo a las actividades
protegidas (bombeo agrícola) y son independientes del consumo. De manera
similar sucede con las tarifas pico. Si a ello agregamos la falta de claridad
de la fórmula que incluye factores alfa y beta que llevaría mucho
tiempo a un experto de CFE de explicar al público, uno termina con un
galimatías que encubre finalmente una determinación arbitraria.
El principio constitucional de proporcionalidad (el consumo, por ejemplo) no
puede defenderse con el sistema de tarifas de los últimos tres años.
Tampoco el principio de equidad, pues unos ven incrementada su tarifa por actos
de terceros y de condiciones ajenas a ellos. Si por ser verano se incrementa
el costo para la CFE, ese aumento debería de ser cubierto por quienes
incrementan el consumo. Eso no sucede.
La principal causa de distorsiones e inequidades en el tema deriva de la falta
de transparencia en la fijación de las tarifas y la dificultad de llevar
a cabo una reforma eléctrica solo distrae la atención de la necesaria
tarea gubernamental de llamar las cosas por su nombre, remediar las desigualdades
y favorecer la inversión y el empleo para el país.
RESPONSABILIDAD
Bien,
hay discriminación, hay opacidad y hasta irracionalidad en la fijación
de tarifas. Hay inequidades y desproporción, pero seguramente debe haber
un remedio. Por desgracia, no lo hay. Además de que la electricidad es
cara y más cara para unos que para otros, para unas regiones que para
otras, para algunas actividades que para otras y desconectadas del consumo,
debemos agregarle las constantes fallas de interrupción o cambios de
voltaje que afectan a maquinaria, equipo y la producción. ¿A quién
le reclamo y quién mete orden de manera imparcial?
Aquí la falla es de responsabilidad política en condiciones de
monopolio. Poco o nada se puede hacer frente a la desventaja, la inequidad o
la discriminación en tarifas eléctricas como lo prueba la experiencia
de miles de mexicanos.El hecho fáctico es que desde el año 2000
las tarifas de alta tensión se han incrementado desproporcionalmente
frente a la década pasada, si descontamos el impacto de la devaluación
de 1995. Frente a ello, no hay alegato posible, no hay remedio jurídico,
y –salvo actitudes tipo municipio de Atenco- solo queda rogar que las
autoridades hagan caso. Eso, con reforma eléctrica o sin ella, está
mal.
Pero las autoridades sí pueden hacer mucho, si quieren, y no necesitan
una reforma eléctrica para avanzar mucho en esa dirección. Está
en sus manos dar transparencia a la fijación de las tarifas, corregir
inequidades y moderar las disparidades. Pueden contribuir un gran trecho a nivelar
los terrenos de la competencia internacional que ya vivimos. Con ello alentarían
la inversión y el empleo, y apoyarían el crecimiento de la economía.
Está en sus manos, no en las del Congreso. A ver si les interesa.
LAS TARIFAS Y LA INVERSION
Las
tarifas eléctricas de los últimos tres años son un obstáculo
central para la competitividad de las empresas. En México, esas tarifas
son superiores a las de nuestros socios comerciales, Estados Unidos y Canadá.
En la práctica, esto quiere decir menor competitividad de las empresas
mexicanas frente a las de otros países, tanto en el mercado interno como
en el externo.
Esta situación es particularmente dramática en la minería
y, en especial, en el mayor de los consumidores de energía eléctrica
del país: Grupo México. Lo es, porque la minería, a diferencia
de otras actividades, opera 24 horas al día, todos los días del
año. Ello hace de la minería una actividad altamente demandante
de energía eléctrica y por tanto, el pago de la electricidad que
su subsidiaria Minera México consume, alcanza, en Sonora y en el verano,
hasta el 40% del costo de producción.
La situación de incrementos sorpresivos cada año en los últimos
tres años ha puesto a relucir problemas profundos en el servicio público
de electricidad que el gobierno presta y que, por ley, es el único que
puede hacerlo. El primero es el trato regional desigual entre el noroeste y
el resto del país. En Sonora, la electricidad de alta tensión
y larga duración es más cara que en otras regiones. En el verano,
cuando suben los precios de las tarifas eléctricas, la empresa mantiene
sus niveles de consumo estables, pero otros sectores incrementan la demanda
de electricidad. Sin embargo el costo para Minera México crece más,
y más desproporcionadamente, frente al uso de tensión media, residencial
o agrícola.Esto no se ajusta a la proporcionalidad de la que habla la
Constitución. Es más, el viejo argumento de que en Sonora la electricidad
es más cara por ser deficitario, como ya mencionaba, ya no es verdadero
en los últimos años. Sonora es superavitario en materia eléctrica.
Grupo México tiene también operaciones, a través de su
subsidiaria Asarco, en Arizona y Texas. Entonces, es muy evidente que las tarifas
eléctricas en México le restan competitividad a Minera México.
La electricidad durante el verano (que dura 6 meses) cuesta más del doble
que en Estados Unidos. El precio del gas como insumo no puede ser pretexto porque
es el mismo precio que el de Texas, que es su referente. Si aquí cuesta
más es porque al costo de referencia se le suman las disparidades que
mencionaba y, además, otras ineficiencias o costos del sistema, pero
no a todos por igual, sino a la industria de alta tensión.¿Cuál
es la política energética del gobierno que afecta tanto la competitividad
de los grandes consumidores como Grupo México?
El problema se agrava si vemos una segunda y muy grave consecuencia de una política
incomprensible de elevación de tarifas: su impacto en la inversión
y en el empleo. Grupo México tiene planeadas inversiones por más
de 870 millones de dólares para los próximos 5 años; de
los que casi el 80% se destinarían a Sonora. Una inversión de
esta magnitud, generadora de miles de empleos directos e indirectos en la fase
de construcción, es algo importante aún en economías desarrolladas.
Por eso, las inversiones significativas deben facilitarse y promoverse, y no
obstaculizarlas o dificultarlas con incertidumbre.
El costo de la energía eléctrica inhibe la inversión productiva.
El costo relativamente arbitrario e impuesto monopólicamente de plano
frena la inversión. Una parte de la inversión de Grupo México
se ha pospuesto ya por la falta de confianza en que las autoridades atiendan
y ofrezcan soluciones con certidumbre al escalamiento desbocado de las tarifas
eléctricas en Sonora. La única respuesta, hasta hoy, es más
de lo mismo. No hay a quién alegarle, no hay con quién remediar.
Al detenerse las inversiones y perder día con día competitividad
frente a nuestros socios comerciales, Grupo México puede perder clientes
que otros, más competitivos por sus costos, pueden atraer. Esa es una
pérdida de mercado que se reflejará, tarde o temprano, en la producción
y por tanto en el empleo. La competitividad no sólo es un concepto virtuoso
de los sistemas económicos; su falta es descalabro, desinversión,
menos producción y desempleo, cuando afecta a importantes sectores de
la economía.
Hoy que los precios del cobre y otros metales han retornado a su ciclo ascendente
después de años de bajos precios, el mercado adicional que hoy
se demanda podrá ser capturada por las exportaciones de otras empresas
de otros países. Eso hay que evitarlo por lo que impacta hoy a nuestra
economía, pero también porque en unos años volverán
los bajos precios de los metales, en un ciclo de caída, que las empresas
buscarán sortear en peores condiciones de las que se tuvieron en estos
años de bajos precios de los metales. Entonces, el riesgo será
superior para las empresas, sin duda, pero también para trabajadores
y para cientos de proveedores.
Regresemos al origen. No se necesita una gran reforma eléctrica para
corregir, dar transparencia, enderezar las inequidades y las disparidades regionales
y sectoriales en materia eléctrica. Sólo se necesita la voluntad
de los responsables gubernamentales para hacerlo... o no hacerlo. Transparencia
en las tarifas, equidad en los costos, equilibrio en las regiones se traducirán
en más inversiones y más empleo. Sería ofensivo señalar,
ahora, qué es lo que deben hacer las autoridades.
HACIA UNA REFORMA ELECTRICA INTEGRAL
Sin embargo, en el mediano y largo plazo es necesaria una reforma en
materia de electricidad. Actualmente existen diversas propuestas a consideración
del Congreso de la Unión para reformar la legislación en materia
de energéticos con predominancia de atención al sector eléctrico.Sin
embargo, muchas de ellas prestan insuficiente atención a las necesidades
del aparato productivo del país, a su competitividad en un contexto de
economía abierta a la competencia internacional adentro y afuera de nuestras
fronteras y a la viabilidad futura de un crecimiento sostenido con alta creación
de empleo.
La competencia externa en nuestro mercado es ya muy considerable y también
lo es en el exterior. No sólo México ya cuenta con más
de una docena de Acuerdos de Libre Comercio (ALC) sino que nuestro principal
mercado, el de Estados Unidos, tiene planes de firmar 31 acuerdos de libre comercio
con igual número de naciones. Ello colocará a nuestras empresas
en una intensa competencia adicional en los próximos años.
En el frente interno, sin embargo, México mantiene sectores cerrados,
neurálgicos para la producción, como el energético, el
cual se está encareciendo desproporcionadamente respecto de la inflación
y en comparación con el de otros países industrializados. Destaca,
por mucho, el encarecimiento de la energía eléctrica, el diesel
y el gas que son vitales para la producción de manufacturas, agricultura,
minería y transporte, entre otros. Ese encarecimiento se traduce en menor
competitividad frente a productores de otras naciones, menores inversiones y
menor creación de empleo, que causan, a su vez, menor crecimiento económico.
Por ello, debe realizarse una reforma energética de fondo. En particular,
para enfrentar el reto descrito una reforma energética debe, como decíamos
al inicio, asegurar la disponibilidad de energía eléctrica y energéticos
suficientes, de calidad y a precios competitivos
Si esa disponibilidad fuera suficiente no tendríamos que importar tantos
energéticos (gas, diesel y gasolinas) ni tendríamos sobretarifas
para castigar el consumo, como lo son las tarifas de verano y el cobro por horas
punta de consumo. Si fuera de calidad, no existiría cerca de un 30% de
costos adicionales por fallas, interrupciones, cambios de voltaje que incrementan
significativamente el costo de mantenimiento de la planta productiva. Si fuera
competitiva en precio, la electricidad, por ejemplo, no costaría en verano
el doble de lo que cuesta en Texas y, en promedio, no seríamos uno de
los países más caros en energía (50% más caros relativos
a sectores y regiones y horarios comparables).
Por ello, la reforma debe:
- Permitir
al Estado asegurar la generación eléctrica y el acceso
a energéticos sin distraer recursos necesarios para atender las crecientes
necesidades sociales y de infraestructura que le urgen al país y sin
descuidar al sector eléctrico mismo. Por ello, una reforma del sector
debe incluir las inversiones necesarias para la generación eléctrica
que el país requiere en los próximos lustros. Por su alto monto
y por las circunstancias mismas de las finanzas públicas y las crecientes
necesidades sociales y de infraestructura, la reforma debe considerar incrementos
en el gasto público o mecanismos de inversión privada, directa
o indirectamente, para asegurar suficiente generación eléctrica
o de extracción de gas de largo plazo, sin menoscabo del control del
Estado sobre los energéticos.
- Ser
integral. Sin duda, asegurar el abasto futuro es un objetivo necesario
pero no suficiente. Otros temas íntimamente vinculados a la generación
son esenciales para proveer energía de calidad y precios competitivos
al aparato productivo. Ello significa incluir reformas para ampliar la extracción
de gas. En el futuro, el gas natural será la principal fuente de generación
eléctrica (en diez años pasará del 15% actual a más
de 60%) y no puede sujetarse a que la importamos de un proveedor que, a su
vez, va a tener limitaciones serias en este recurso.
Igualmente,
la reforma debe incluir los procesos de refinación y la petroquímica.
Estos sectores no han contado con la prioridad en las inversiones de las empresas
públicas ante la estrechez de los presupuestos anuales y la mayor rentabilidad
de la simple extracción de crudo. Sin embargo, los combustibles y otros
insumes derivados son una prioridad para la planta productiva del país.
Esta se ve obligada a pagar gasolinas y diesel, que injustificada e inexplicablemente
son importados por el Estado en forma exclusiva, limitando así la competencia
en el sector energético, encareciendo sus productos finales, dejando
de aprovechar el valor agregadode estos insumos para el país y limitando
la creación de empleo en territorio nacional en la industria de la energía
y de los petroquímicos.
Por eso, una reforma integral debe incorporar también la capacidad de
particulares de importar electricidad e hidrocarburos. Nuevamente, como lo ha
hecho ya nuestra economía en las manufacturas, una apertura a la importación
de electricidad e hidrocarburos funcionaría como reguladora de precios
imponiendo, por competencia, una presión de eficiencia en las empresas
estatales. En el caso de la electricidad, que puede legalmente importarse, inexplicablemente
no existe aún la infraestructura de alta tensión y de equipo para
compatibilizar las características del sistema nacional con la de nuestros
vecinos. Tampoco la CFE ofrece respaldo a la electricidad importada haciendo
inviable el proyecto de importación de electricidad. En el caso del gas,
la infraestructura se realizó para la exportación y hoy en día
se utiliza para la importación desde un país (Estados Unidos)
que es deficitario de dicho energético, situación inversa a lo
originalmente planteado. En otros casos, como la del diesel, también
es inexplicable que en un país que ha abierto sus mercados, a través
del TLC, se encuentra prohibida su importación por particulares.
En síntesis, respecto a la reforma, de hacerse sólo parcialmente,
como lo sería atendiendo sólo la autorización a los particulares
de generar energía y comercializar ésta a grandes usuarios o “clientes”,
aunque positivo, sería insuficiente, especialmente si en los hidrocarburos
esenciales para la generación eléctrica –indispensables
para la planta productiva y para el transporte– se mantiene la inflexibilidad,
la falta de inversión y el constante encarecimiento que actualmente existe.
- Promover
la modernización del sector. No podrá garantizarse
calidad ni competitividad si la reforma no posibilita legalmente y facilita
en la práctica la modernización y competitividad de las empresas
paraestatales (Pemex, CFE y LFC) que tienen la responsabilidad exclusiva de
proveer energía al país. Se necesita una modernización
de instrumentos jurídicos, de infraestructura, de sistemas de distribución
y de líneas de transmisión, así como de acceso a energéticos
que existen en el territorio nacional para generar electricidad a precios
competitivos. Es sólo a través de la incorporación de
tecnología de punta y utilización de equipos modernos, entre
otros, como se alcanzaría la competitividad industrial en igualdad
de condiciones al extranjero. Esta modernización, de hecho, traería
una reorganización masiva de las empresas públicas.
- Dar
autonomía y transparencia a las empresas estatales de energía.
Es impensable lograr que la energía en México sea suficiente,
de calidad y a precios competitivos bajo la estructura actual de las paraestatales.
La CFE, LFC y Pemex no pueden llevar a cabo un cambio interno a favor de la
eficiencia, si mantienen presupuestos anuales y sus tarifas son establecidas,
revisadas y autorizadas por la SHCP y sus contrataciones, compras e inversiones
requieren la aprobación de varias dependencias y comisiones y, en adición,
no están obligadas a transparentar todos sus estados financieros y
operativos como otras empresas. Tampoco podrán lograr sus propósitos
si por vía de aprovechamientos, que tienen que pagar al gobierno federal,
pierden prácticamente su capacidad de inversión de largo plazo.
Aún sin privatizar a la CFE y a Pemex, no existe razón para
no convertirlas en empresas del estado modernas, competitivas y eficientes,
que con sus impuestos contribuyan a los objetivos y gastos del gobierno federal.
Para
avanzar en el objetivo de autonomía, transparencia y eficiencia de la
CFE, PEMEX y LyFC, debería considerarse seriamente incorporar las disciplinas
empresariales modernas a esas empresas públicas. Ello se puede lograr
haciendo pública –no sólo paraestatal– a Pemex, a
la CFE y a LFC.Esto significa “bursatilizar” un porcentaje minoritario
de acciones, con candados sobre máximos que una persona física
o moral puede detentar. El Estado mantendría siempre el control y la
rectoría de las empresas. La empresa paraestatal pública, listada
en Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y en Bolsas extranjeras (NYSE, por ejemplo),
tendría que cumplir con el sistema de reportes periódicos, eventos
relevantes y transparencia de la información tanto financiera como operativa,
bajo estándares internacionalmente reconocidos. Su estructura dejaría
de ser la de una dependencia o entidad para actuar como una empresa plena. Además,
podría acceder transparentemente a mercados de capital y de deuda para
financiar su modernización y desarrollo. Ello no lastima ni disminuye
el propósito social de las empresas paraestatales. Por el contrario,
lo hace viable, transparente y duradero.
Nadie puede permanecer impávido ante la amenaza de más cierres,
desinversión y desempleo por la pérdida de competitividad causada
por la excesiva carga del costo de los energéticos y de la energía
eléctrica. Es responsabilidad política y de todos avanzar en una
reforma completa, integral, profunda y viable del sector energético.
Desde el ángulo de la planta productiva, la reforma es urgente y, para
el país, es indispensable. La adecuación de tarifas eléctricas
industriales y de los precios de gas y diesel para hacerlos competitivos es
facultad exclusiva del Ejecutivo Federal, pero es responsabilidad presente e
indispensable de todos, incluidos los legisladores, el atender y lograr este
objetivo ahora, para recuperar la creación de más empleo, incrementar
las inversiones de la planta productiva y elevar la competitividad de las empresas
y del país.
*Es
abogado por la UNAM, M.A. en Filosofía por la Universidad de Tulane y
LL.M. por la Escuela de Derecho de Harvard. Fue subsecretario de Relaciones
Exteriores de 1994 a 2000 y ha tenido varios cargos públicos. Es autor
del libro “La Reforma del Estado” (Fondo de Cultura Económica).
Actualmente se desempeña como Vicepresidente Internacional de Grupo México
(juan.rebolledo@mm.gmexico.com)