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El costo de no hacer la reforma energética

Siendo un gran logro de la incipiente democracia el que todas las voces se escuchen, todavía falta que esas voces se pongan de acuerdo sobre las reformas requeridas, tarea que corresponde a los legisladores, ya que les pagamos por tomar decisiones y hacer leyes. Mientras tanto, la ausencia de avances tiene un costo para todos nosotros.

EDUARDO ANDRADE ITURRIBARRÍA*

Ha pasado un año más y no ha habido una acción definitiva en ningún sentido en términos de una reforma energética. Hay más de una decena de diferentes propuestas entre ambas cámaras legislativas, pero no se ha dado ningún paso hacia delante en pos de mejorar el marco estructural del sector energético. Los únicos, y más grandes, avances se han dado al concientizar a los legisladores y partidos políticos en general de que, en efecto, sí hay necesidad de reformar el marco estructural y legal del sector energético mexicano.

Al empezar el sexenio, se hablaba exclusivamente de hacer una reforma al sector eléctrico. Ahora ya es común hablar de la necesidad de reformas en todo el sector energético, por haber incluido ya en la discusión la importancia de garantizar el suministro de combustibles y que sus precios sean competitivos a nivel internacional. De cualquier forma, la energía ya es un asunto ciudadano en donde todos tenemos una opinión y sentimos que hay alternativas. Previamente la energía era un bien que nos ocurría ; nos suponíamos con derecho a tenerla y, la gran mayoría pagaba un precio cuya justicia no era cuestionada.

Existe claramente el debate, y si bien no es del más alto nivel, la aportación de ideas de toda la sociedad contribuirá a que cualquier cambio que se realice en el sector goce de mayor legitimidad que la que tendría si, como en el pasado, la solución viniera de un cónclave secreto de grandes sabios.

Sin embargo, siendo un gran logro de la incipiente democracia de nuestro país que todas las voces se escuchen, sigue pendiente que las mismas voces se pongan de acuerdo, al menos en los mínimos indispensables para que los cambios sucedan. Este marzo, se cumplieron cinco años desde que Ernesto Zedillo envío su propuesta de reforma del sector eléctrico al Senado de la República para su discusión, análisis y dictamen y hace 5 años que no ha habido ningún progreso real hacia algún tipo de reforma.

En ese espacio de tiempo, el Sen. Óscar Luebbert promovió una ley que rezonificaría las tarifas eléctricas para reconocer los efectos de la humedad en diferentes zonas del país, disminuyendo el costo para las clases más necesitadas en las zonas de climas más extremos. Esto es importante y justo sin duda, pero la misma ley omitía la partida presupuestal de donde emanaría el subsidio que la haría posible, por lo que ahora duerme el sueño de los justos en la Cámara de Diputados.

Más recientemente el Senado, a instancias del senador Demetrio Sodi, aprobó enmiendas a la ley que permitiría que Petróleos Mexicanos vendiera a la Comisión Federal de Electricidad la energía eléctrica que puede producir en sus instalaciones. Sin embargo, al hacer explícita su oposición a que la iniciativa privada participara en estos proyectos dicha ley se vio detenida en la cámara baja por falta de disponibilidad de recursos. Fuera de estas propuestas, esencialmente no hay ningún avance.

Las acciones que siguen a una decisión tienen consecuencias, pero también retrasar las decisiones o no tomar decisiones tiene consecuencias, y éstas tienen costos asociados a la inamovilidad. Este es precisamente el caso de lo que, espero, no sea más que un retraso para reorganizar el sector energético de nuestro país. Salvo por la propuesta eléctrica del Presidente Fox, ninguna otra iniciativa de reforma hizo ningún esfuerzo por analizar el costo que tendría para el país ponerla en marcha.

Este costo, por cierto, fue ratificado y certificado por la Auditoría Superior de la Federación en su análisis de la cuenta pública del año 2002, dictamen que fue aceptado como bueno por el Congreso por lo que, oficialmente y legalmente, el Ejecutivo y el Legislativo ya están de acuerdo en las cifras necesarias para la expansión del sector eléctrico.

Hacer un análisis del costo de no hacer algo parecería ocioso, pero me parece indispensable para poner en contexto el daño que se le puede hacer al país por el hecho de que aquellos a quienes pagamos para que tomen decisiones y hagan leyes se contenten con convertirse en foros de discusión sin fin que no resultan en beneficios tangibles para la población. Y por esto me refiero tanto a los que proponen como a los que disponen

No tomar decisiones en el sector energético ya ha costado, y la deuda con el bienestar de la población sigue creciendo, y no se detendrá mientras las decisiones no se tomen; al beneficio perdido en el pasado por la inacción no habrá más que verlo con la ilusión del hubiera .

Para cuantificar el desperdicio del potencial desaprovechado, siendo el término potencial el eufemismo con el que en México se llama todo lo que no hemos hecho y debiéramos haber hecho en el pasado, haría uso de algunas de las estimaciones que se hicieron en el Senado sobre la importancia de llevar a cabo reformas al sector energético.

En el discurso de uno de los senadores de la oposición se dijo que un sector reformado ayudaría a que la economía creciera 2 puntos porcentuales más de lo que crece sin reformas. Es natural inferir, entonces, que mientras la reforma al sector energético no suceda la economía dejará de crecer en tanto como 2 puntos porcentuales al año, y entonces este freno económico tendría que ser achacable enteramente a no tomar decisiones con oportunidad. Conste que en este entorno la sustancia del argumento no es si los fondos serían públicos, privados o mixtos.

En pesos constantes y sonantes, de los que sirven al ama de casa para comprar lo básico para sobrevivir, 2 puntos porcentuales de la economía mexicana del año 2002, último dato oficial, equivalen a 12,300 millones de dólares, mismos que la economía habría dejado de crecer por la falta de reformas. Esta cantidad, por ejemplo, equivale aproximadamente al presupuesto anual aprobado para la Comisión Federal de Electricidad, o a los ingresos que se esperaban por la ahoramalograda reforma fiscal presentada por el Ejecutivo.

Siendo la energética una reforma que está pendiente desde al menos 1999, las pérdidas de la economía nacional, y la de cada una de las casas que habitamos los mexicanos, se están y se seguirán acumulando. Ya hoy si hubiéramos partido con las reformas y si se hubieran obtenido resultados positivos, digamos desde el momento en que el Presidente Zedillo hizo su propuesta, la economía nacional debería haber crecido alrededor de 56 mil millones de dólares por encima de lo que en realidad lo ha hecho. Es una cantidad sustancial, creciente y no recuperable.

* Es ingeniero civil, egresado de la UNAM con especialización en administración de proyectos y postgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión con la Organización de Estados Americanos (OEA). Es presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eléctrica (AMEE) y se desempeña como Director de Desarrollo de Negocios de Techint (amee@internet.com.mx)