![]() |
||||
Regresar a la lista artículos | Inicio Sobre la hidroelectricidad La energía hidráulica recobra relevancia en América Latina, donde su amplio potencial la ubica como una alternativa a los hidrocarburos escasos y caros. ALVARO RÍOS ROCA Los países de Latinoamérica y el Caribe, principalmente aquellos con economías débiles y con alta dependencia hacia el crudo y sus derivados, han sido muy golpeados en los últimos por precios del petróleo inciertos y volátiles. No podemos imaginarnos los efectos que se podrían derivar en estos mismos países, a raíz de algún problema político o social mas serio que afecte los precios y los lleve mas allá de los 70 u 80 dólares por barril. Son países que tienen todavía un gran potencial hidroeléctrico por desarrollar. En toda esta amplia región, hasta el año 2004, se ha desarrollado únicamente el 26% del potencial hidroeléctrico total conocido. De la misma manera, las estadísticas señalan que en el mismo año, el 56% de la producción total de electricidad se generó por centrales hidroeléctricas. Otra marcada tendencia en la región indica que entre 1980 y 1995, la capacidad instalada de termoelectricidad crecía a una tasa promedio anual de 2.2%. En el mismo periodo, las estadísticas nos demuestran que el crecimiento de la capacidad instalada para la hidroelectricidad crecía con una tasa promedio anual del 5.5%. A partir de 1995, esta tendencia se revierte muy drásticamente y para el periodo 1995 al 2004 la tasa de crecimiento de capacidad instalada de termoelectricidad fue de 6.3%, mientras que para la hidroelectricidad fue de 2.6%. Este fenómeno y cambio significativo en la participación hidroeléctrica vs. térmica, es posible relacionarlo con las reformas estructurales del sector energético en casi todos los países de la región. Es decir, el capital privado prefiere invertir sus recursos en proyectos térmicos, muy en especial con gas natural, en base a las eficientes turbinas de ciclo combinado. Esto es totalmente comprensiblel porque la termoelectricidad presenta una serie de ventajas comparativas para el inversionista. Entre estas ventajas, se pueden mencionar las siguientes: 1) Un menor costo unitario de inversión inicial de 500 a 600 dólares por megawatt (US$/MW) para las termoeléctricas contra un costo de 1,000 a 1,5000 US$/MW para la hidroelectricidad 2) Los altos costos unitarios hacen que el periodo de recuperación de la inversión sea mucho mas largo para la hidroelectricidad, que se traduce en un mayor riesgo financiero y se ve agravado por la inseguridad jurídica reinante en buena parte de los países de la región 3) Tiempos de desarrollo e implementación, donde para una central hidroeléctrica se requieren entre 3 a 5 años y para las termoeléctricas entre 8 meses a un año 4) Los aspectos ambientales también juegan en contra de la hidroelectricidad en la etapa de aprobación de los proyectos, donde se deben pasar revisiones muy severas relacionadas a la alteración del medio biótico 5) En un ambiente de alta competitividad o cambio a las reglas de juego, una termoeléctrica puede ser trasladada a otra parte del planeta, situación que no ocurre con la hidroelectricidad que se construye específicamente para el aprovechamiento en el lugar. Los anteriores puntos son muy conocidos en el ámbito energético, pero es vital considerar uno muy particular, que dentro de lo anterior, pesa mucho también en el hecho de que los países desarrollados, al haber agotado su potencial competitivo de hidroelectricidad, están haciendo muy escaso desarrollo tecnológico y de mercado de este tipo de energía. Si bien el desarrollo de capacidad instalada ha sido preponderantemente térmico en vista de los puntos señalados anteriormente, la coyuntura de precios de gas natural que vive, no solamente la región, sino el mundo entero, en relación a la “commoditización” del precio, que sigue muy de cerca los precios del petróleo y sus derivados, resulta en un hecho que debe hacer reflexionar a los actores del sector energético latinoamericano y del Caribe para dar también impulso al potencial hidroeléctrico que se tiene. La región debe tal vez poner atención a lo que acontece en materia de desarrollo hidroeléctrico en Chile, donde hace 18 meses fue inaugurada oficialmente la central hidroeléctrica de Ralco, uno de los mayores emprendimientos de los últimos tiempos América Latina, con una capacidad instalada de 690 MW. A fines de este año, en México le seguirá la presa El Cajón, que es de un tamaño similar. ¿Será que Latinoamérica deba optar en mayor medida por este modelo eléctrico, que debidamente orientado y con certidumbre en las reglas de juego, esta permitiendo que las restricciones por los precios de los hidrocarburos, no sean óbice para usar un potencial energético que la región dispone en abundancia y es una alternativa económica muy viable? * Secretario Ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), 2006-2008. Ex ministro de Hidrocarburos de Bolivia. Ha sido asesor en varios proyectos energéticos internacionales. Conferencista, analista y articulista en varios medios de comunicación de América Latina.
|
||||