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La bomba petrolera

El desarrollo masivo de vehículos híbridos enchufables y otras nuevas tecnologías vehiculares, como motores diesel más eficientes y los biocombustibles, mejoraría sustancialmente la seguridad de Estados Unidos y del mundo, al reducir la dependencia del petróleo.

GEORGE P. SCHULZ* y R. JAMES WOOLSEY**

Hace cinco años, en vísperas del 11 de septiembre del 2001, mucha gente no tenía muy clara la necesidad de reducir nuestra dependencia del petróleo. En todo caso, el camino para lograrlo parecía largo y difícil. Hoy día, los riesgos del mundo post-9/11 y el progreso tecnológico hacia el uso de combustibles alternos y una mayor eficiencia en el uso de los combustibles obligan a reevaluar estas suposiciones.

Un solo ataque bien diseñado contra la infraestructura petrolera en el Medio Oriente podría elevar el precio del petróleo arriba de 100 dólares por barril y devastar la economía mundial. Esa realidad –entre otros riesgos– y el hecho de que la infraestructura mundial para el transporte está atada al petróleo, deberían ser suficientes para convencer a cualquier observador imparcial de que la dependencia petrolera de hoy genera peligros serios y apremiantes para los Estados Unidos y para otras naciones importadoras de petróleo.

En nuestra era, la dependencia del petróleo y de sus derivados para la mayor parte del combustible para transporte en el mundo genera grandes peligros, agravados por rigideces y vulnerabilidades que se han convertido en problemas graves como resultado de las realidades geopolíticas de principios del siglo 21.

Hay una gama de combustibles que pueden utilizarse para producir electricidad y calor, aptos para usos industriales, pero el petróleo y sus productos dominan el mercado vehicular. Ni el uso del gas natural en camiones y en otros vehículos de flotilla ni la adición de etanol derivado del maíz en algunos lugares ha cambiado significativamente el dominio del petróleo en el mercado de combustibles para transporte.

Esa dependencia nos deja vulnerables. Medio Oriente posee dos tercios de las reservas probadas de petróleo convencional en el mundo y seguirá siendo el productor dominante de petróleo de bajo costo en el futuro previsible. Casi la mitad de las reservas mundiales están en tres países: Arabia Saudita, Iraq e Irán. Medio Oriente inevitablemente tendrá que cubrir un porcentaje creciente de la demanda mundial de petróleo, que crecerá más de 50% en las próximas dos décadas, de 78 millones de barriles diarios en el 2002 a 118 millones en el 2025, según el Departamento de Energía de Estados Unidos. Gran parte de ese incremento de la demanda se dará en China y en India.

No hace falta argumentar que la producción petrolera mundial ha llegado a su cenit para entender que esto presiona el sistema petrolero global. Significará precios más altos, así como dislocaciones potenciales de la oferta, y dará mucho margen de maniobra política a los gobiernos de Medio Oriente y de otros países exportadores de crudo, como Rusia, Venezuela y Nigeria. La perforación en aguas profundas y otras oportunidades de desarrollo de petróleo convencional podrían brindar incrementos significativos de la oferta, pero es improbable que cambien este panorama en lo fundamental.

Otros tipos de producción, de fuentes no convencionales como las arenas bituminosas de Alberta y los equistos del oeste de Estados Unidos, podrían estar disponibles, pero son relativamente caros. Los productores de petróleo con bajos costos, en particular, Arabia Saudita, podrían elevar su producción, reducir sus precios durante algún tiempo y socavar la viabilidad económica de sus competidores con costos más altos, como sucedió a mediados de los ochenta. En el futuro previsible, mientras el petróleo sea dominante en la transportación vehicular, Medio Oriente tendrá el manejo de la situación.

Además, la infraestructura petrolera es muy vulnerable a los ataques terroristas. El movimiento radical del Islam, incluyendo a Al Qaeda, ha llamado, en varias ocasiones, a atacar la infraestructura petrolera del mundo y ha realizado algunos ataques en Medio Oriente. Un ataque bien planeado podría eliminar del mercado 6 millones de barriles diarios durante un año o más, haciendo que los petroprecios rebasen los 100 dólares por barril y dañando severamente a la economía mundial.

También existe la posibilidad de embargos petroleros u otras dislocaciones de la oferta. Se dice con frecuencia que quienes gobiernen los países petroleros de Medio Oriente tendrán que vender su petróleo. Esto no es cierto, sin embargo, si esos dirigentes optan por vivir como si vivieran en el siglo ocho. Por ejemplo, Osama Bin Laden ha propuesto grandes reducciones en la producción petrolera.

Es factible que la democracia y el respeto por la ley se extiendan en Medio Oriente y fomenten sociedades más pacíficas y estables en esa región, pero también existe el riesgo de que durante algún tiempo la región siga caracterizada por un cambio caótico y por conductas impredecibles de los gobiernos. Las reformas, si son titubeantes, en muchos casos son revertidos por triunfos de los radicales, como sucedió con los jacobinos y con los bolcheviques. No hay por qué creer que Medio Oriente sea inmune a este tipo de riesgos históricos.

Las transferencias de riqueza petrolera se han utilizado, y siguen utilizándose, para financiar el terrorismo. Las estimaciones del dinero gastado por los sauditas en los últimos 30 años para difundir las creencias wahhabi por el mundo varían entre 70 y 100 mil millones de dólares. Además, algunas familias de Medio Oriente, que se hicieron ricas con petrodólares, financian los grupos terroristas directamente.

A veces se plantea la idea de que no deberíamos buscar sustitutos del petróleo, porque la interrupción del flujo de dólares hacia Medio Oriente podría radicalizar la población de algunos países de la región. La solución, empero, radica en ayudar a esos países a diversificar sus economías con el tiempo y no resignarse a que tienen que vivir siempre de la renta petrolera.

ALTERNATIVAS SUSTENTABLES

Los peligros antes mencionados nos llevan a proponer dos opciones de políticas de gobierno para reducir nuestra vulnerabilidad rápidamente. En ambos casos, creemos que se debe usar tecnologías existentes, es decir, tecnologías que ya se encuentran en el mercado –o que pueden estar en el mercado en el futuro próximo– y que sean compatibles con la infraestructura existente del transporte. Con este fin, las políticas de gobierno en los Estados Unidos y en otros países importadores de petróleo deben impulsar un cambio hacia vehículos que sean mucho más eficientes en el uso de los combustibles. En este sentido, se debe fomentar el desarrollo de baterías para los vehículos híbridos enchufables y alentar los biocombustibles y otros combustibles alternativos que puedan ser derivados, en lo posible, de los productos de desecho.

Destacan tres tecnologías actualmente disponibles para mejorar el kilometraje de los vehículos: los motores a diesel, la propulsión híbrida gasolina-electricidad, y los vehículos con celdas de combustible construidos con compuestos de carbono ligeros. Una modificación a los vehículos híbridos que ya están en el mercado los convertiría en “híbridos enchufables” que cargarían electricidad de la red durante la noche y utilizarían sólo electricidad para viajes cortos.

De acuerdo con Peter Huber y Mark Mills en su libro El pozo sin fondo (The Bottomless Pit), “son de menos de 10 kilómetros la gran mayoría de los viajes más intensivos en consumo de combustibles”, mismos que se pueden realizar con la capacidad de las baterías actuales de hidrido de níquel. Otros expertos enfatizan, sin embargo, que cualquier batería que se emplee en un vehículo híbrido enchufable debe ser apta para ser recargada diariamente sin ser dañada y debe ser capaz de impulsar el vehículo a una velocidad adecuada. De acuerdo con la mayoría de las evaluaciones, habrá necesidad de un desarrollo más avanzado de este tipo de baterías.

Este tipo de desarrollo merece la más alta prioridad de investigación y desarrollo, porque promete detonar una revolución en la economía del transporte y tener un efecto dramático sobre los problemas provocados por la dependencia del petróleo.

Con un vehículo híbrido enchufable se obtiene la ventaja de un coche eléctrico, pero no la desventaja. Los coches eléctricos no pueden ser recargados si sus baterías se agotan en un lugar alejado de la disponibilidad de corriente eléctrica. Sin embargo, como los híbridos tienen tanques que contienen combustible líquido (gasolina, etanol, diesel o diesel renovable), los híbridos enchufables no tienen esa desventaja. Más aún, es enorme el atractivo que tiene para el consumidor el poder utilizar electricidad, a partir de la recarga nocturna, para una parte importante del uso cotidiano de su vehículo. En promedio, el precio del uso residencial de la electricidad en los Estados Unidos es del orden de 8.5 centavos de dólar por kilovatio-hora (kWh).

Tomando en cuenta las diferentes eficiencias entre la propulsión eléctrica y la de combustibles líquidos, la electricidad a 8.5 centavos por kWh es más o menos equivalente a gasolina a un dólar por galón. Además, muchas empresas eléctricas venden la electricidad a entre 2 y 4 centavos por kWh fuera de las horas pico, lo cual equivale a un precio de la gasolina de entre 25 y 50 centavos de dólar por galón.

Aunque el uso de la electricidad fuera de las horas pico para cargar los vehículos híbridos enchufables no debe implicar, en un principio, la realización de grandes inversiones en la generación de energía eléctrica, una mayor dependencia de la electricidad para el transporte nos obliga a dar más atención a la seguridad de la red eléctrica y a los combustibles que se emplean para generar esa energía. Un reporte de las academias nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (Making the Nation Safer, 2002) enfatizó la necesidad de mejorar la seguridad de los transformadores, del control supervisor y de los sistemas de adquisición de datos de cara a las amenazas terroristas. La Comisión Nacional sobre Política Energética ha secundado esas preocupaciones. Con o sin el advenimiento de los vehículos híbridos enchufables, las vulnerabilidades de la red eléctrica requieren atención urgente.

Si tan sólo una de esas nuevas tecnologías de transportación entra rápidamente al mercado, podría ser sustancial la reducción de la dependencia del petróleo. Si varias de ellas empiezan a introducirse exitosamente en usos a gran escala, la reducción podría ser enorme. Por ejemplo, si un vehículo híbrido gasolina-eléctrico, con un rendimiento de 80 kilómetros por galón –como los que ya circulan en nuestras ciudades– fuera construido utilizando compuestos de carbono, se duplicaría la eficiencia en su uso de combustibles.

Si operara con base en etanol celulósica en un 85% o en una proporción similar de biodiesel o de diesel renovable, podría alcanzar cientos de kilómetros por cada galón de combustible derivado del petróleo. Si fuera una versión enchufable, operando con baterías de litio mejoradas, a fin de que los viajes de 30 ó 50 kilómetros pudieran realizarse sólo con la electricidad cargada durante la noche –utilizándose los combustibles fósiles sólo en trayectos más largos– un galón de combustible derivado del petróleo bastaría para viajar unos 1,600 kilómetros.

Una amplia gama de objetivos importantes, de tipo económico, geopolítico y ambiental, se alcanzarán, si avanzamos por ese camino. Y lo que es de la mayor importancia, tendríamos bastante más seguridad.

* Ex secretario de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica y miembro distinguido de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. ** Ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y actual vicepresidente de Booz Allen Hamilton Inc. Publicado originalmente en la revista Mechanical Engineering, octubre 2005; traducido al español para Energía a Debate con el permiso de los autores.