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En Pemex, ¿ingenieros capacitados o chambones?

No es lo mismo chef que cocinero. Habiendo buenos chefs en México, ¿por qué una empresa de clase mundial contrataría a cocineros de segunda? Sin embargo, algo similar sucede en nuestra industria petrolera.

MARIO HERNÁNDEZ SAMANIEGO*

El número de horas hombre de ingeniería de Pemex ha registrado un desplome, desde 30 millones en 1980 a 10 millones en 1990, 6 millones en 2003 y 5 millones en 2005. A estas cifras hay que añadir los millones de horas ingeniero que se han dejado de ocupar en el área de exploración y producción y en la operación y mantenimiento de las plantas de refinación y petroquímica. Y obviamente las no aprovechadas en industrias manufactureras que proveían los materiales y equipos incorporados en los proyectos antes desarrollados en México que ahora se contratan en el extranjero. Desde luego, hay que agregar las horas hombre ingeniero que ya no se producirán porque cada vez menos jóvenes quieren estudiar carreras de ingeniería al ver que no tienen cabida en la industria, especialmente la petrolera.

¿Pueden darse los restaurantes de postín el lujo de importar chefs y cocineros teniendo a mano excelentes chefs y cocineros “made in Mexico”; o los hospitales importando médicos y enfermeras para intervenciones que todos los días practican los profesionistas mexicanos? ¿O si estarían dispuestos uno y otro a despedir chefs o médicos experimentados y sustituirlos con taqueros y curanderos? Pues eso básicamente es lo que hace Pemex en materia de ingeniería

¿Quién va a creer, por ejemplo, que Pemex Refinación ya ni siquiera depende de ingeniería mexicana o americana, japonesa o china? No señor, la ingeniería de la reconfiguración de las refinerias de Cadereyta y de Madero fue filipina. ¿Y? Pues que en Cadereyta trabajan todas las plantas siete años después de iniciado el proyecto, que aún hoy no operan a plena carga, y que encima de mal hecho, el contratista se alcanza la puntada de demandar a Pemex por varios cientos de millones de dólares. Tras apaleado, trompicado. Y las firmas de ingeniería y de construcción y fábricas de materiales y equipos mexicanas ahí están en la loma, chifle y chifle. ¿Y los ingenieros? Buscando chamba.

Esa “ingenierofobia” llega al extremo de retirar ingenieros de turno de las plantas de proceso, dejando las instalaciones en manos de operadores no profesionistas, o lo que es lo mismo, dejando el quirófano en manos de enfermeras. No es que se les critique. Hacen lo que pueden, pero en tratándose de “pato al orange,” o de cirugía cerebral, usted perdone.

En la preparación de platillos petroleros de alta cocina, tan importante es la técnica como el sazón y quien domina ambas cosas es porque las aprendió en escuela y las dominó quemándose pestañas y dedos. Pero los ingenieros ya no despachan en las plantas; están cómodamente sentados en un “bunker” a cientos de metros de las plantas y solamente cuando el operador los requiere hacen acto de presencia. Como todo ser humano que cuida su comodidad, los operadores piensan: “¿para qué “menealle” si todo está bien? Hay que librar el turno sin broncas. Los “inges” nomás están para hacer olas, para complicar las cosas, dizque para que la vaca de más leche.” Pero eso sí, a la hora de la emergencia – a llamar al inge que llega con cara de ¿WHAT? porque no vio llegar a Wilma.

Es imprescindible la presencia de ingenieros en campos y en plantas; de ingenieros que han pisado aceite, que se han embarrado las manos de grasa, que no salen corriendo al primer chisguete de crudo o de gasolina, y que siempre están dispuestos a mejorar producción y eficiencia. No se puede eludir el hecho de que esos ingenieros viven bajo la constante amenaza de un error que puede ser fatal para sus compañeros y para ellos mismos. Por todo ello, deben ser los destinados a escalar los puestos de mando superior, constituir el semillero de futuros jerarcas y finalmente, con base en sus conocimientos y experiencia, participar predominantemente en la planeación técnico-estratégica del negocio.

Por otra parte, el diseño de una planta requiere de alta tecnología y, por ello, es necesario que los ingenieros que han ganado experiencia de campo tengan la oportunidad de involucrarse en el proceso de diseño de plantas para frenar la incorporación de dispositivos, equipos y materiales que la experiencia ha demostrado que van contra la buena operación de la instalación; y posteriormente, ya en la obra, asegurar, al lado de los ingenieros de construcción, que el contratista de obra no se ahorre millones de pesos violando, por ignorancia o por conveniencia, procedimientos de construcción y especificaciones de materiales, como fue el caso de Cadereyta.
Lamentablemente, la industria petrolera rápidamente ha caído en la práctica de tripular los cuadros técnicos de alta jerarquía con administradores que nunca han tenido contacto con fierros calientes y que viven en el mejor de los mundos posibles, seguros de que no hay nada que mejorar. Conocer de mercadotecnia, finanzas y contabilidad no sustituye la experiencia operativa. Vale preguntar cuántos de los 1,200 altos ejecutivos de Pemex que toman decisiones técnicas transcendentes han puesto pie en un pozo o en una planta.

Es crimen de lesa patria correr técnicos fogueados que aun están en edad de producir –como ha sucedido con frecuencia– y sustituirlos en los cuadros de alto nivel por improvisados traídos de la calle o de otras empresas que ni remotamente tienen la complejidad tecnológica de Pemex, así como es crimen de lesa humanidad permitir a un pasante de medicina practicar un trasplante de corazón, o permitir que a la alta jerarquía de un gran hospital se incruste un jefe médico recién llegado al consultorio del barrio.

No se puede ocultar el hecho de que la corrupción no es solamente ofrecer y recibir dinero. Para sobrevivir, el ejecutivo improvisado se tiene que someter al chantaje del subalterno experimentado que difícilmente resistirá la tentación de sacar ventaja para él y para sus compañeros a expensas de la empresa.

Es verdaderamente impresionante la incongruencia que existe en el empleo del factor humano en Pemex. En las operaciones productivas se reduce personal y en las administrativas se aumenta. Parece no entenderse que se requieren ingenieros para lidear con los fierros y con los hombres que los operan, y no burócratas que viven de entorpecer la producción. Tampoco se entiende que el riesgo operacional crece en la medida en que se prescinde de ingenieros y operarios que mantengan las instalaciones. Menos aun se entiende que se despidan ingenieros y trabajadores capaces a cambio de otorgar contratos de mantenimiento. Es jugar a la ruleta rusa.
Finalmente, conviene subrayar que la riqueza se genera donde se producen los bienes, no donde se barajan papeles y se disputan feudos.

* Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Pemex Constitución del 17.