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Definitivamente nuclear

El camino no es confrontar lo verde con lo nuclear. Las energías verdes necesitan el empujón científico para eliminar su poca confiabilidad. Mientras esto no suceda, la energía atómica brinda una solución real en el presente, que atienda la necesidad de seguridad de suministro a un costo económicamente atractivo.

EDUARDO ANDRADE ITURRIBARRÍA*

Algo ha cambiado cuando pronunciarse en favor de expandir el parque de generación eléctrico utilizando, entre otras tecnologías, la nuclear, no significa ser lapidado en alguna plaza pública. Afortunadamente, tanto el discurso oficial como las posiciones académicas hablan con libertad del potencial y las bondades de la utilización de la energía nuclear, y esto parece suceder en todo el mundo.

Tal vez sea por las preocupaciones inherentes a que absolutamente todas las formas de generación de electricidad usando combustibles fósiles contribuyen a la generación de gases de invernadero o al potencial final de la era de los hidrocarburos, que es considerada inminente en lenguaje energético aunque en realidad no suceda realmente hasta dentro de varias generaciones. Tan solo en Canadá el uso de la energía nuclear evitó arrojar al ambiente más de 1,800 millones de toneladas de bióxido de carbono y 33 millones de bióxido de azufre.
Pero más probablemente este renacimiento tenga que ver con los avances tecnológicos en lo relativo a los reactores, que se reflejan en mejores condiciones de confiabilidad en su operación, seguridad en lo general, el tiempo de construcción y la inversión requerida para su puesta en marcha y hasta para su decomisionamiento.
En el mundo, más del 17% de la energía eléctrica es producida mediante la operación de reactores nucleares, es decir, uno de cada seis usuarios recibe energía proveniente de dicha fuente. Ésta se produce en 439 plantas en 31 países, habiendo 24 más en construcción, 40 en planeación y 73 propuestas, especialmente en Asia y Europa Oriental, todo esto según la Agencia Internacional de Energía Atómica.

Francia es prácticamente dependiente de la electricidad emanada de plantas nucleares aunque es en Estados Unidos, donde mayor número de megawatts nucleares hay instalados con alrededor de 20% del total de más de 750,000 megawatts con los que cuenta dicho país. México, como sabemos, tiene el reactor nuclear de Laguna Verde con una capacidad aproximada de 1,200 megawatts y con las modificaciones que se harán a la planta en un futuro contará con 20% más.

¿A FAVOR O EN CONTRA?

La energía nuclear divide opiniones, y en ella parece no haber términos medios. La oposición tiene dos líneas de pensamiento: la que manifiesta la población en general, que es la preocupación por la seguridad y el miedo a escapes de radiación o atentados terroristas, y la que forma parte del debate entre la comunidad energética, que gira en torno a la vertiente que alimentan los ambientalistas sobre la conveniencia de utilizar energías renovables como vía prioritaria para disminuir los efectos nocivos de la producción de energía secundaria en el cambio climático.

Aquellos que manifiestan preocupación por los aspectos de seguridad de las plantas nucleares sustentan su forma de pensar en lo ocurrido en la planta soviética de Chernobyl hace 20 años, evento que indica que, aunque sea remota, siempre existe la posibilidad de un malfuncionamiento de consecuencias funestas.

Desafortunadamente, Chernobyl es un asunto real y que sus consecuencias persisten. Es innegable que sincuidar las formas de proceder hacia la fisión nuclear, los efectos pueden ser negativos, pero el caso de Chernobyl debe ser analizado con cuidado para entender que, inmerecidamente para el pueblo ucraniano, más que un accidente Chernobyl fue la consecuencia de una concatenación de errores que provocaron la fuga radiactiva: desde un diseño con peculiaridades que después contribuyeron a que ya no haya más reactores de ese tipo, la experimentación en un sitio operativo y fuera de un ambiente controlado, hasta supeditar la operación del reactor a las necesidades del operador del sistema eléctrico.

Afortunadamente, hemos aprendido y, por eso, en el ámbito técnico la seguridad ya no representa un tema que se presente como obstáculo para la construcción de nuevos reactores. La discusión recae en argumentos que consideran que las energías renovables o ya son una opción de suministro de capacidad, a pesar de su intermitencia, o que con el suficiente énfasis en la investigación en esa área permitiría en un tiempo suficientemente corto obviar la necesidad de voltear a ver la energía nuclear como una opción. Sin embargo, hoy por hoy, la intermitencia de las fuentes renovables es una realidad, tan real como la confiabilidad de la energía nuclear también lo es.

Además, hoy el costo de capital de las plantas de generación nuclear es menor que el de cualquiera de las tecnologías utilizadas para la generación renovable y, al final del día, el kilowatt emanado de una nucleoeléctrica es también más barato que el proveniente de la más eficiente de las renovables. Es importante recalcar lo anterior, porque, aunque el objetivo primordial de la política energética es la garantía del suministro, las políticas públicas necesariamente acaban promoviendo las tecnologías que produzcan a menor precio.

CONTRA EL CALENTAMIENTO GLOBAL

Un argumento clave que favorece la utilización de la energía nuclear es que uno de los factores más relevantes a los que necesariamente deberemos hacer caso es la reducción de las emisiones que contribuyen al calentamiento global. Desafortunadamente, la pura inercia del desarrollo económico y del consumo de energía nos llevará a continuar incrementando las emisiones por más que hiciéramos para limpiar o dejáramos de hacer al consumir menos.

Por ahora lo que podemos hacer es fijarnos un objetivo en el volumen de contaminantes vertido al ambiente en el futuro, de manera que éstos alcancen un pico que posteriormente no sea rebasado. Este pico debe estar basado en la capacidad del propio sistema ecológico natural para asimilar el calentamiento. Todo aquello que rebasara dicho límite contribuirá a un exceso en la capacidad que los sistemas naturales pueden tolerar y tendrá repercusiones en las condiciones en que vivimos.

El horizonte en que se sentirían los beneficios de cualquier solución real es de no menos de 60 años. Tiene que ver tanto con que la energía que utilizará el crecimiento genere contaminantes dentro de los límites de lo tolerable como que el reemplazo de lo existente se haga dentro de nuevas normas que contribuyan a abatir los niveles actuales de contaminantes. El horizonte de planeación permite que los costos de desarrollar el nuevo escenario de suministro energético sean más viables que aquellos en los que incurriríamos, si nos decidiéramos por una solución más inmediata y, por ende, es también una solución más fácilmente implementable.

Esto es importante porque, aunque en el discurso conceptual cuando se nos describen los percances en el futuro del cambio climático quisiéramos echar el reloj atrás y tomar decisiones distintas a las del pasado respecto a nuestro proceder para garantizarnos el suministro energético, la verdad es que confrontando los costos actuales de la producción de energía con las soluciones que habría que tomar en el mundo del deber ser, chocamos con un muro llamado realidad.

La realidad se manifiesta en el hecho de que ahora los sistemas energéticos están diseñados para garantizarnos el suministro a los precios más económicos sin internalizar variables ambientales que tendrán impacto más adelante en el tiempo. Nos hemos acostumbrado a que nuestra cartera el día de hoy no esté dispuesta a pagar más por el suministro energético para que el medio ambiente dentro de 50 años no observe deterioros, a menos que sea de forma muy gradual y en el entorno de una política pública vinculante.

¿UNA TARIFA VERDE OPCIONAL?

Como experimento para cuestionar nuestro compromiso con las causas renovables y su potencial como solución única al problema ambiental valdría la pena diseñar, como ya se hace en otros países, una tarifa verde opcional para la electricidad. Esta tarifa sería más alta que las normales que hasta ahora se pagan y reflejaría la verdadera disposición de nuestra parte a poner dinero en donde nuestros ideales reposan. Pronosticar cuántos de los más de 25 millones de usuarios del servicio público de energía eléctrica optarían por pagar más por dicha tarifa en aras de un mejor futuro es retórico, pero el intento difícilmente vendrá de la sociedad espontáneamente; y en un país donde la solicitud común del ciudadano y la oferta regular del político son que las tarifas sean menores, las posibilidades de medidas que abonen al futuro con cargo al presente son bastante improbables.

En realidad, el sentido común indica que el camino está en medio y no implica confrontar lo verde con lo nuclear. Las energías verdes necesitan el empujón científico para eliminar su poca confiabilidad. Éste puede venir de desarrollar el hidrógeno como forma de almacenamiento de la energía verde, pero mientras esto no suceda hay que encontrar soluciones reales en el presente.

POBREZA Y ENERGÉTICOS

Pensemos que 2 mil millones de personas, aproximadamente 33% de la población del planeta, no tienen acceso real a la energía como la concebimos en las congregaciones urbanas con mínimos niveles de consumo como las nuestras. ¿Qué pasará cuando este núcleo de la población comience a desarrollarse económicamente y demande acceso a la energía? Bajo el paradigma actual, si estos grupos ya demandaran dicha energía el problema de suministro sería mayúsculo, las reservas petroleras tendrían una vida de menos de la mitad de lo que se espera que tengan bajo el nivel de consumo actual. Necesariamente las tecnologías para la transformación de carbón y gas natural a líquidos habrían avanzado más, pero sin duda los precios de cualquier tipo de energía serían mucho más altos y, desde luego, los niveles de contaminación también.

Pareciéramos estar en los últimos momentos antes de que el daño al medio ambiente sea catastrófico en el futuro y las decisiones tienen que ver más con los alcances y posibilidades reales que con agendas particulares y unifocales. Es impostergable tomar decisiones que tomen en cuenta el orden económico mundial actual y su foco irremediable en los hidrocarburos. Es una realidad que el mundo, en su mayor parte, funciona en base a la quema de hidrocarburos, por lo que necesariamente una transición hacia otro estadío será gradual. Dentro de esa gradualidad cabe indispensablemente la aportación y probablemente el dominio en el futuro lejano de las energías renovables como ancla del suministro energético.

Para que las emisiones contaminantes, en cualquier sentido, desaparezcan es prácticamente indispensable que una alta proporción de todo el suministro energético provenga de la energía renovable, pero esto no está contraindicado con la posibilidad de que haya avances sustantivos en la mejor utilización de los hidrocarburos en cualquier forma, incluyendo el retiro de las moléculas de carbono de los mismos para quedarnos con el hidrógeno en su forma más pura. Ambas soluciones dependerán de avances tecnológicos no existentes ahora, al menos a escala comercial.

Las necesidades tanto de suministro como de sustentabilidad son presentes y, por lo tanto, requieren de soluciones reales, tangibles y actuales. La energía nuclear cumple con estos requisitos. Es consenso que no emite contaminantes que dañen el equilibrio atmosférico. Su funcionamiento es seguro, la generación eléctrica es continua y el precio de la electricidad es barato: Por lo tanto, el futuro del planeta es, al menos entre otras opciones, definitivamente nuclear.

*Ingeniero civil, egresado de la UNAM con especialización en administración de proyectos y posgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es presidente de la Asociación Mexicana de Energía, miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales y se desempeña como director de Desarrollo de Negocios de Techint (eduardoandradeiturribarrria@gmail.com).