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Redefine Estados Unidos su seguridad energética

Ante el petróleo más caro y los riesgos inherentes al suministro, el vecino país está inmerso en un diagnóstico de su problemática energética, pero aún no concreta estrategias específicas que modifiquen sus patrones de consumo.

ROSÍO VARGAS SUÁREZ*


La seguridad energética es tema de análisis y redefinición en casi todo el mundo. Es materia de discusión en foros multilaterales, como el del Grupo de los Ocho (G8) en San Petersburgo, donde fue un aspecto fundamental de la discusión. La preocupación surge de la situación de precios y abasto de petróleo en el mercado internacional y de la necesidad de procurar el abasto en condiciones cada vez más difíciles por la poca capacidad excedentaria de producción. La tensión del mercado es el resultado del precario equilibrio entre la oferta y demanda, así como los movimientos de precios por factores políticos o incluso desastres naturales. Los precios han alcanzado niveles históricos, excediendo 70 dólares.

En los Estados Unidos, algunos analistas consideran la situación como una “crisis” por varias razones: (1) La producción petrolera y gasera de ese país continúa en descenso por lo que las estimaciones oficiales indican que las importaciones del petróleo estarán cerca del 70% de la demanda total en el 2025; (2) El precio del gas natural se ha disparado en los últimos años; (3) las importaciones de crudo y gasolina continúan aumentando; (4) hay poca capacidad ociosa en los mercados mundiales de refinación; (5) los huracanes Katrina y Rita causaron problemas en las refinerías de Texas y Luisiana, demostrando la vulnerabilidad de los suministros de petróleo y gas natural en el vecino país.

A diferencia de otros momentos históricos de altos precios resultantes de la amenaza de embargos o posibles rupturas en el mercado petrolero, el momento actual ha atribuido el alza de los mismos a un problema de demanda (demand-driven) ante la ausencia de políticas que incidan de forma exitosa para reducirla. La resistencia a incorporar modificaciones estructurales que repercutan en este lado de la ecuación, lleva a concluir que ésta seguirá una tendencia creciente tanto en las naciones avanzadas como en las naciones en vías de desarrollo. Entre los países que contribuirán mayormente a elevar la demanda están los Estados Unidos, China e India. El consumo crecerá más en los países asiáticos por su elevado crecimiento económico.

Aunque son importantes los factores políticos, comerciales y de producción –y a diferencia de otros momentos de crisis petrolera–, la volatilidad de los precios es atribuida a la demanda. Por lo mismo, en ausencia de un manejo de la demanda, la estrategia de asegurar las fuentes de suministro energético se estima de poco impacto para hacer bajar los precios en el largo plazo, en un mercado petrolero global donde un acontecimiento de un lado del planeta impacta de igual forma latitudes geográficas distintas.

El concepto de la seguridad energética está modificándose tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo. Las acciones tienden a encaminarse a diversificar los suministros a precios razonables. Como parte de su estrategia, los Estados Unidos intentan asegurar la integridad de toda la cadena en la oferta y la infraestructura, desde el productor hasta el consumidor, involucrando la participación coordinada entre el sector publico y privado. En el caso del mercado de América del Norte esto es claro en la propuesta de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN).

Su redefinición lleva a otros derroteros además de la diversificación de abastecedores de petróleo. También propone desarrollar una variedad de recursos energéticos, tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda, con miras a reducir la vulnerabilidad y pensadas bajo la idea de ser parte de un portafolio.

FACTORES GEOPOLÍTICOS

En el contexto internacional, hay sucesos que Washington percibe como preocupantes y otros que son interpretados como amenazantes a sus intereses. Entre los primeros, podemos citar la importancia del Medio Oriente y las interrogantes que se han generado en torno al futuro de la producción petrolera de Arabia Saudita. Entre los segundos, las alianzas entre importantes países productores y consumidores que no pasan por la aprobación de la administración de Bush, así como el resurgimiento del nacionalismo energético cuyo ejemplo más cercano está en el América del Sur.

En efecto, el escenario energético de las naciones industrializadas oscurece ante la inminente dependencia del abastecimiento petrolero del Medio Oriente, ya que éste seguirá siendo el mayor productor de más bajo costo a nivel mundial frente a una declinante oferta futura en las naciones industrializadas. Si bien nadie duda de la importancia que seguirá teniendo el reino saudí como abastecedor confiable de sus socios estadounidenses, las enormes expectativas que las estimaciones del Departamento de Energía había generado sobre el futuro productivo saudita, se han desinflado ante las dudas sobre las verdaderas dimensiones de sus reservas probadas y las evidencias de la declinación de su campo petrolero gigante (Ghawar).

Ante el escenario de nuevos competidores por la energía, hay una búsqueda de alianzas y agresivas estrategias tanto por parte de los productores como de los consumidores. Las redes de suministro global y los actores que participan en el mercado se mueven indicando cambios en el mapa y en la geopolítica. Un claro ejemplo de la percepción de riesgo que se ha generado en Washington son las alianzas de China con países productores de petróleo, ya que Estados Unidos considera que China está asegurando su acceso a los recursos petroleros y de gas de una forma agresiva. Su compañía petrolera nacional ha adquirido concesiones de petróleo en diversos países y busca hacerse de activos aguas arriba. China también ha hecho una serie de acuerdos con Rusia incluyendo una inversión conjunta entre las compañías estatales. Mayor desasosiego están generando los acuerdos entre Irán y Venezuela, así como el liderazgo en la integración energética que protagoniza en Centro y Sudamérica el presidente Hugo Chávez, quien es visto como una amenaza para la política de Washington.

Algunos países productores se han convertido, al igual que en los setenta, en el nuevo villano de la escena energética internacional, ya que bajo la interpretación de los especialistas estadounidenses, éstos usan el control de los suministros petroleros como un arma en contra de las naciones industrializadas. Si Chávez encabeza la lista de naciones “conflictivas”, la lista no se limita a Venezuela. Con Rusia, un factor de preocupación fue el encarcelamiento del dueño de la empresa rusa Yukos, Michael Khodorovsky, por el significado que tiene la recuperación del Estado de una empresa que había sido privatizada. En el caso de Irán, existe la confrontación por el desarrollo nuclear de ese país. Los iraníes, igual que los venezolanos, han tenido incluso la osadía de amenazar con suspender sus exportaciones de crudo.

La percepción de riesgo también incluye el resurgimiento del nacionalismo petrolero y especialmente el de las compañías estatales. Los Estados Unidos consideran que estas últimas, al estar buscando socios y oportunidades de inversión que antes eran reservadas a las compañías internacionales, generan una desleal competencia en virtud de que las compañías estatales tienen en su poder el 72% de las reservas petroleras mundiales, el 55% de las reservas de gas y más de la mitad de la actual producción petrolera mundial. Ante este panorama, según los analistas estadounidenses, las compañías petroleras internacionales están en franca desventaja. A nivel hemisférico, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina son ejemplos del retorno al control nacional de los recursos mineros, pero la tendencia no se limita al Hemisferio Occidental, ni siquiera a las naciones en vías de desarrollo. Dos ejemplos recientes de la preponderancia del argumento de la seguridad lo ha dado el mismo Estado norteamericano ante la resistencia a vender a la compañía estatal China la empresa Unocal. Se apeló incluso a la seguridad nacional y, no sólo energética, como argumento para no vender. La Gran Bretaña, a su vez, negó a la empresa gasera rusa, Gazprom, la venta de una empresa gasera británica.

FACTORES INTERNOS

Siempre que hay agudos aumentos en el precio y dudas en torno a la suficiencia de suministros resurge el argumento de que los Estados Unidos “no cuentan con una política energética”. Hoy este viejo debate intenta determinar el alcance apropiado de la intervención gubernamental en el sector; discernir entre aumentar la oferta o alentar la conservación cuando los mercados son inestables, e incorporar consideraciones de corto y largo plazo sobre si el gobierno debe intervenir o no para proteger a los consumidores y a la economía frente a problemas que los mercados aparentemente no pueden resolver.

Las respuestas no reflejan un consenso, si bien la opinión más común es que estas ineficiencias y distorsiones son la consecuencia misma de la intervención gubernamental.

Hay mayor consenso en el reconocimiento de que las alzas de precios a nivel nacional tienen un fuerte componente local, habida cuenta de la insuficiencia de la infraestructura energética del país (capacidad de refinación, gasoductos y oleoductos, redes de trasmisión e infraestructura de generación eléctrica). El problema con el abasto de gasolina y el combustible para calentar hogares (heating oil) implica la necesidad de ampliar la capacidad de refinación adicional y los sistemas de transporte y distribución. Más aún, ninguna nueva refinería se ha construido en los Estados Unidos desde 1976 y las adiciones de la capacidad sólo se han hecho en las refinerías existentes debido a regulaciones ambientales, ya que esto ha resultado más barato. Hacia el futuro se pretende resolver esto con la construcción de nuevas refinerías en otros países.

A mediano y largo plazo, las estrategias parecen estar dirigidas al desarrollo de nuevas alternativas energéticas. La administración del presidente Bush ha venido promoviendo ampliar y diversificar los tipos de energías (hidrógeno, nuclear, carbón limpio), abrir mercados y fortalecer las garantías jurídicas, así como alentar a la iniciativa privada a participar en los desarrollos energéticos (gas natural licuado, carbón limpio, nuclear; etanol de celulosa). Pretende unir esfuerzos con otros países a fin de desarrollar tecnologías limpias que fortalezcan la seguridad energética.

Planteamientos extremos, como el de caminar por rumbos distintos al petróleo, han surgido de importantes personeros del establishment estadounidense, como es el caso de Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal (FED), en el sentido de que los Estados Unidos comienza a prescindir gradualmente del petróleo. Si bien no hay duda de que éste seguirá siendo importante en el futuro energético de ése país, recomienda que no deberá seguir teniendo un papel dominante.

A fin de caminar hacia una mayor independencia energética, los Estados Unidos están tomando diversas medidas: (1). Ante la preponderancia del sector transporte en el consumo de petróleo, se propone la implementación de estándares CAFE (Corporate Average Fuel Economy Standards) más severos y basados en un sistema de mercado; (2) Se intenta convertir a la nuclear en la principal fuente de energía base para generar electricidad. Con el argumento de que privilegiar el gas natural como el combustible preferido para generar electricidad ha llevado a este país a riesgos económicos y de tipo geopolítico, ahora se destacan las bondades de la energía nuclear.

Quienes apoyan a la nuclear también abanderan la cuestión ambiental aduciendo los beneficios de esta fuente para reducir las emisiones que propician el calentamiento global; (3) Sigue siendo un tema de interés de la política energética incluir la apertura y arriendo del Refugio de Vida Salvaje del Ártico (ANWR); (4) Los defensores de desarrollo de la energía renovable han urgido la creación “de un portafolio de renovables” nacional, que requeriría que un cierto porcentaje de generación eléctrica venga de fuentes de energía renovable no hidráulica; (5) Hay ideas, aún no del todo claras, a favor de manejar el uso de la Reserva Estratégica de Petróleo con base en precios.

En conclusión, si bien los Estados Unidos tienen un muy buen diagnóstico sobre la problemática y se encaminan hacia una nueva definición de su seguridad energética, está claro que las estrategias específicas aún están en proceso de definición.

* Es investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, y profesora de la maestría en estudios México-Estados Unidos del posgrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es maestra en economía y política internacional por el CIDE e investigadora adscrita al Área de Estudios de la Globalidad. (rvargas@servidor.unam.mx).