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PEMEX, LA REFORMA PETROLERA


El libro Pemex, la reforma petrolera, de David Shields, recién editado por Editorial Planeta, brinda un diagnóstico de la problemática de esa industria clave, que hoy día viva una amplia problemática política, económica, fiscal-financiera, burocrática, industrial y laboral. También ofrece un resumen de las propuestas de cambio que ya existen y de los modelos y experiencias internacionales que son relevantes para el debate sobre el tema.

De esta manera, Pemex, la reforma petrolera, adelanta elementos para la discusión de una reforma petrolera y energética en el país, que será tema de las próximas elecciones presidenciales. Sostiene que se requiere un diagnóstico preciso de los problemas, así como un método que encauce el análisis de los expertos, para elaborar una apropiada política petrolera y energética. Reconoce que puede haber diferentes opciones de reforma –y, de hecho, ya existen propuestas diferentes–, pero argumenta que probablemente sólo una de esas opciones puede brindarle a la industria petrolera un futuro que realmente sea más promisorio.

Esa opción implicaría convertir a Pemex en una sociedad anónima con capital mayoritariamente estatal, o bien con control estatal y capital mayoritariamente privado. Sin embargo, al margen de la composición del capital, el Estado tendría la mitad de los votos más uno en el consejo de administración para propiciar que la empresa responda a los intereses nacionales, sin ceder el control sobre la compañía a los particulares. Este Pemex se financiaría con capital en los mercados bursátiles y actuaría y competiría en un mercado nacional desregulado. Todo esto implica también renovar el marco jurídico, siendo Brasil el ejemplo de un país cuya marco jurídico ha fomentado el éxito de una gran empresa petrolera nacional en un ámbito de competencia.

Afirma Pemex, la reforma petrolera que el status quo, en el que Pemex es un apéndice de la Secretaría de Hacienda y un botín de los políticos, es la peor opción. Un gobierno pobre y corrupto, agobiado por otras responsabilidades, jamás va a ser un buen empresario y el mejor administrador de los recursos petroleros. Por eso, hay que cambiar de paradigma, haciendo de Pemex más empresa y menos gobierno y poniéndolo en sincronía con los cambios en el mundo. Fortalecer a Pemex como institución nacional significa darle la oportunidad de renovarse, sin tenerlo atado al pasado ni a las burocracias gubernamentales que lo tienen sometido y descapitalizado.