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Reformas... no hay de otra

Si el gobierno de Felipe Calderón no logra reformas, es probable que sus resultados sean escasos, como los del gobierno saliente.


VÍCTOR MANUEL GARCÍA DE LA VEGA*

El sector energético mexicano enfrenta una tremenda problemática, que le tocará resolver a la entrante administración de Felipe Calderón. El presidente saliente, Vicente Fox, desde comienzos de su sexenio buscó implementar diversas reformas al sector energético. Sólo una fructificó y a medias: la reforma fiscal de Petróleos Mexicanos (Pemex). Quedaron pendientes la reforma al sector eléctrico, la de hidrocarburos y la de la Secretaría de Energía (Sener), entre otras. Ahora, se espera de Calderón que lleve a cabo un gran número de reformas –las mismas y hasta otras más– que, en caso de concretarse, implicarían casi una revolución en el sector energético. De lo contrario, ese sector podría estar al borde del colapso al final de su administración, mostrando baja productividad y alto endeudamiento.

Desde su campaña para la presidencia, Calderón propuso cinco grandes temas que serán el eje de su presidencia: 1) Estado de Derecho y Seguridad Pública, 2) Economía Competitiva y Generadora de Empleos, 3) Igualdad de Oportunidades, 4) Desarrollo Sustentable, y 5) Democracia Efectiva y Política Exterior Responsable. Estas propuestas están contenidas en el documento de 111 páginas y 5 capítulos titulado “Felipe Calderón, El Reto de México”. El capítulo 2, en sus páginas 32 a 36, toca el tema de “Energéticos a Precios Competitivos”.
Las primeras cuatro páginas son un diagnóstico del sector energético y la última página brinda el programa de soluciones propuesto. El diagnóstico es bastante pobre, ya que empieza haciendo un análisis muy superficial sobre los altos costos de generación de electricidad en México y no se hace mención alguna a la fuerte inversión privada que requiere el subsector eléctrico para llegar a ofrecer precios competitivos. Tampoco se menciona la necesidad de reformar algunos sindicatos que han propiciado fuertes sangrías a las empresas eléctricas del Estado mexicano.

Prosigue el análisis con el subsector de hidrocarburos. Aun cuando el análisis es algo más completo que para el subsector eléctrico, hace caso omiso de las muy importantes inversiones que requerirá Pemex en los años venideros para poder remontar la rápida caída de las reservas de petróleo de México. Tampoco se menciona el hecho de que la producción de crudo alcanzó su tope en el año 2004, ni que cada vez será más costoso explorar y extraer el crudo del subsuelo mexicano.

El análisis concluye con un modesto panorama del subsector del gas natural. Con acierto se menciona que los precios que paga México por importar gas son de los más elevados del mundo. Se omite mencionar que México, hasta hace unos 10 años, era exportador de gas y que por la falta de una visión energética de largo plazo pasamos a ser importadores.

La parte más interesante del análisis es la sección de “Programa”, donde enlista las soluciones que el nuevo presidente tratará de implementar en su administración, para reformar al sector energético mexicano. Me gustaría analizar cada una de ellas.

La primera solución hace referencia a la necesidad de crear un mercado competitivo entre productores de electricidad y grandes consumidores. Esto ya fue sometido al Congreso Mexicano por el presidente Fox, sin éxito. La única manera de lograr este objetivo es desregulando el precio de la electricidad en México, en otras palabras, dejar el precio a la libre oferta y demanda. México está muy lejos de esto, ya que actualmente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), y no la Sener ni la Comisión Reguladora de Energía (CRE) como podría creerse, establece los precios de la electricidad en México.

La segunda solución menciona la necesidad de permitir a Pemex y a la CFE alianzas con empresas extranjeras para adquirir tecnología avanzada. Esta propuesta ya fue sometida por Fox, sin éxito. El caso clásico es el de Pemex que requiere con urgencia hacerse de tecnología para extraer petróleo de aguas profundas, ya que en el Golfo de México yacen mantos petrolíferos que podrían venir a sustituir el declive productivo del manto gigante conocido como Cantarell. Sin embargo, la Constitución prohíbe que Pemex forme dichas asociaciones. Así que Calderón deberá mostrar una gran capacidad de negociación en el Congreso para convencer a la oposición de modificar los artículos 27 y 28 de la Constitución, intento en el cual Fox fracasó.

La tercera solución se refiere a la necesidad de un nuevo régimen fiscal para Pemex que le permita tener acceso a mayores recursos económicos. Esto podría sonar innovador, pero no lo es, ya que en enero de 2006, Pemex ya implementó un nuevo régimen fiscal, que tomó al presidente Fox cinco años de intensas negociaciones con el Congreso. Por tanto, realmente será cuesta arriba el que el gobierno de Calderón logre implementar una nueva reforma sobre la reforma. Para que el Congreso apruebe un nuevo régimen fiscal para Pemex, primero deberá aprobarse una reforma fiscal completa. México sigue presentando uno de los niveles de recaudación más bajos de los países en desarrollo. Mientras los niveles recaudatorios no se incrementen significativamente, la SHCP seguirá ordeñando a la ubre petrolera indefinidamente.

El cuarto punto hace referencia a la mejora del gobierno corporativo de Pemex. Éste tampoco es un tema nuevo. Desde inicios de su sexenio, Fox trató de incluir a prominentes figuras del sector empresarial mexicano, como miembros del consejo de administración de Pemex. Fue lamentable ver cómo el Congreso y el sindicato de Pemex rechazaron esta propuesta. Esperemos que Calderón tenga mejor suerte, suponiendo que ahora se tratará de promover a consejeros independientes, sin conflictos de interés.

La quinta solución sugiere que, como complemento a la inversión del Estado, se permita la inversión privada en las áreas de refinación, gas natural y petroquímica. Esto tampoco representa ninguna novedad. Fox ya trató de promoverla y la realidad es que actualmente sólo el Estado mexicano puede invertir en refinación, ya que habría que modificar los artículos 27 y 28 de la Constitución para permitir a la iniciativa privada invertir en esta rama. Hay que reconocer que ya existe una modesta participación del capital privado en gas natural y en petroquímica secundaria (la primaria es exclusiva del Estado), pero bajo esquemas de negocios poco interesantes para los consorcios internacionales. Así que, sin modificaciones a la Constitución, el gobierno entrante enfrentará el mismo derrotero que el gobierno saliente.

La sexta solución hace mención a la necesidad de aumentar la oferta de gas natural a través de las plantas regasificadoras de gas natural licuado. Esto tampoco es novedoso, ya que el gobierno de Fox acaba de arrancar la operación de la planta regasificadora de Altamira y actualmente está en licitación internacional la planta de Manzanillo. Éste ha sido uno de los aciertos importantes de Fox en el sector energético. Ojalá el gobierno de Calderón ponga en operación más plantas regasificadoras de esta magnitud, algo que no se ve muy probable –aunque la de Manzanillo está en proceso de licitación– ya que México compite con otras regiones de Norteamérica por estos proyectos.

La séptima solución refiere que deberá fortalecerse a la CRE. Esto ya trató de hacerse en el sexenio de Fox, sin éxito. La realidad es que los precios de la electricidad siguen siendo impuestos por la SHCP y los precios del gas y del petróleo están regidos por la oferta y demanda internacionales. Así que sin una CRE con poderes legales reales para regular los precios de los energéticos en México, esta solución no pasará de buenos deseos. Más que fortalecer a la CRE, Calderón debería buscar dar mayores poderes a la Sener, tema que él debería reconocer, ya que, aunque sólo por ocho meses, él fue Secretario de Energía.

La octava y última solución menciona la necesidad de introducir la figura de autoabastecimiento de gas natural. Esta figura ya existe en el subsector eléctrico y la única manera que podría tener éxito en el gas sería que Calderón modificara la Constitución para permitir a empresas del sector privado extraer su propio gas, algo que se ve altamente improbable.

Las propuestas energéticas del presidente Calderón carecen de innovación –en general, son las mismas, un tanto desgastadas, que Fox no pudo concretar– e implementar varias de ellas requerirá de modificaciones a los ya muy debatidos artículos 27 y 28 de la Constitución, además de inversiones del orden de los 25 mil millones de dólares anuales durante los próximos seis años. Sin una reforma fiscal total para México, Pemex seguirá siendo la caja chica del gobierno mexicano, limitando seriamente el potencial de desarrollo en energía de este país. Me parece que, si Calderón no logra muchas reformas –algo así como una revolución energética por las enmiendas legales requeridas– el gobierno entrante se enfrentará con resultados muy similares a los del gobierno saliente, muy escasos.

*Es ingeniero industrial y tiene el título de Master of Business Administration (MBA) de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago. Es candidato a doctor en Ciencias Financieras por el Tecnológico de Monterrey. Actualmente trabaja como ejecutivo y analista de temas financieros y energéticos. (victor.garciav@terra.com.mx)