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La Eficiencia Energética: ¿un recurso deliberadamente olvidado?

Desde hace al menos dos décadas, la política energética, expresada en los documentos oficiales, nos receta la noción verdadera por cierto de que México cuenta con una abundante reserva y gran potencial de fuentes renovables de energía y de que ahora sí se va a desarrollar dicho potencial. Y sin embargo...

MIGUEL BRECEDA LAPEYRE

A veces resulta preocupante constatar el desinterés generalizado o desdén sistémico por parte de la sociedad y las autoridades del sector energético hacia el aprovechamiento de recursos energéticos de gran potencial como las energías renovables o el ahorro de energía.

La preocupación está bien fundada, ya que en fechas recientes los escenarios de agotamiento de nuestras fuentes dominantes de energía están empezando a revelarse con mayor certidumbre aún desde las altas esferas del sector energético. Por ejemplo, el director general de Pemex, Luis Ramírez Corzo, contempla dos escenarios que se perfilan en función de los montos de inversión. En ellos se aventuran ciertas fechas en las que México se convertirá en importador neto de petróleo. De esta manera, si Pemex ejerce un presupuesto de sólo entre 6 y 10 mil millones de dólares anuales en las condiciones presentes, el país tendría que empezar a importar crudo en el año 2014 o 2017, respectivamente, y continuar importando gas natural siempre.

Otro escenario implicaría realizar una apertura nacionalista (en esencia sólo conservar la propiedad de los recursos del subsuelo) que comprende la participación de otras empresas petroleras, la cual nos permitiría alargar nuestra adicción al petróleo local hasta 2030 aproximadamente e inclusive convertirnos en exportadores de gas natural a partir del año 2012.

Por supuesto que este último escenario comprendería una rocambolesca conjunción de factores, esencialmente políticos, que todavía se ve difícil de lograr y menos en el breve plazo sexenal restante del foxismo. Pero sabemos que una serie de subrepticias medidas para favorecer la apertura nacionalista se está dando bajo el manto del escándalo político y la confusión mediática tanto en la rama de los hidrocarburos como en la eléctrica.

LA TRANSICIÓN ENERGETICA

En términos generales, resulta arriesgado avanzar hipótesis sobre el tiempo remanente de la actual fase histórica en el desarrollo de la sociedad humana, basada en los combustibles fósiles. En la literatura especializada suele reflejarse, como opinión sobresaliente y para la escala global, un periodo de 30 a 50 años, basándose en información dura sobre el estado del arte en la tecnología, las tendencias normales en el consumo y en diversas evaluaciones científicas sobre el monto de las reservas.

De aceptar los escenarios sucintamente reseñados, resulta claro que México confronta plazos aún más breves y resulta pertinente reiterar que ni remotamente estamos desarrollando estrategias concretas en materia de fomento a las energías renovables o de aprovechamiento cabal del potencial de ahorro de energía.

Las grandes transiciones energéticas que se han presentado en la historia de la humanidad nunca se exhibieron como un hito que marcase un cambio drástico de la noche a la mañana siguiente. En la Inglaterra del siglo XVII, una cierta familia no cocinó con leña el día miércoles para despertar el jueves cocinando con carbón mineral. Las transiciones energéticas son lentas y la adopción de un nuevo combustible o fuentes dominantes ha sido desigual en todos los países. Empero, ante el escenario del agotamiento y la obvia presión ambiental, derivada de la quema de los combustibles fósiles, muchos países han adoptado políticas energéticas que consustancialmente incluyen el fomento a las energías renovables (como un primer paso hacia una transición) y el ahorro de energía, como vías de mejorar la eficiencia energética.

AVANCE DE LA ENERGÍA RENOVABLE

En las últimas tres décadas, el consumo mundial de energías renovables aumentó sustantivamente en términos absolutos, ya que pasó de 5.5 mil millones de barriles equivalentes de petróleo (mil MM bep) en 1971 a 9.7 mil MM bep en 2001, creciendo con una tasa media anual de 1.9 por ciento. Sin embargo, durante el mismo lapso el consumo total de energía primaria aumentó a un ritmo ligeramente superior (casi 2 por ciento anual) al pasar de 40 mil MM bep a 72 mil MM bep. [Figura 1]

Figura 1

Consumo de energía primaria a nivel mundial (1971-2001)

Fuente: elaboración propia con base en Federal Ministry for the Environment, Nature Conservation and Nuclear Safety (BM).Renewable energy sources in figures-national and international development, Marzo 2004,[Alemania] www.erneuerbare-energien.de.

Esta megatendencia da cuenta de un crecimiento en el consumo de energía de casi el doble en las llamadas energías primarias de origen fósil y las renovables. Específicamente para éstas últimas, señala un evidente mercado en expansión que, incidentalmente, no fue muy favorecido o alentado con gran entusiasmo sino hasta los años 90, cuando la presión ambiental comenzó a propagarse en todo el mundo y empezó a declararse la competitividad creciente de los sistemas eólicos de generación eléctrica frente a los sistemas más rentables como los de las tecnologías basadas en el ciclo combinado utilizando gas. En términos absolutos, el aumento de las renovables puede atribuirse al crecimiento de la participación de la energía eólica y, primordialmente, a los proyectos convencionales de energía hidráulica. Pero puede afirmarse que a nivel agregado en el planeta prácticamente todas las fuentes renovables vivieron una senda de expansión en las tres últimas décadas del siglo XX.

Sin embargo, en la oferta de energía primaria, el círculo virtuoso del crecimiento de la participación de las renovables sólo podrá materializarse cuando sus ritmos de crecimiento superen los correspondientes a las energías convencionales y, aparentemente, este fenómeno puede estar en puerta debido al nuevo contexto mundial que reclama, por diversos medios, una participación mayor de las renovables en la canasta energética de un gran número de países. Pero, al igual que nuestros socios de Norteamérica, en México la tendencia de los últimos años muestra que la participación de las renovables en la oferta total de energía ha disminuido.

En 1990, estas fuentes constituían poco más del 11 por ciento de esta oferta, actualmente representan alrededor del 10 por ciento y, a juzgar por los ejercicios de planeación oficial, la participación de las renovables tiende a la baja en el mediano plazo (al año 2012) y solo se atempera por la presencia de grandes proyectos hidroeléctricos como el de la presa de El Cajón en Nayarit (750 MW en 2007). Vale señalar que desde hace al menos dos décadas, la política energética, expresada en los documentos oficiales nos receta la noción verdadera por cierto de que México cuenta con una abundante reserva y gran potencial de fuentes renovables de energía y de que ahora sí se va a desarrollar dicho potencial.

Por otra parte, en cuanto al otro de nuestros recursos energéticos más abundante y menos aprovechado: el ahorro o uso eficiente de energía, cuyo potencial de aprovechamiento se ha estimado conservadoramente en 20 por ciento del consumo total, solo podemos deducir que estamos aprovechando una ínfima parte y esto gracias, en gran medida, a los esfuerzos históricos desarrollados por la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía (CONAE) y, especialmente, a los del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE) que en los últimos años ha realizado un gran número de programas ciertamente exitosos, enfocados específicamente hacia el aprovechamiento del potencial de ahorro de energía eléctrica en todo el país. Sin embargo, el potencial de ahorro de energía permanece relativamente desaprovechado y, en rigor, desperdiciado.

POR UN PROYECTO NACIONAL DE EFICIENCIA ENERGÉTICA

Conviene recordar, que nuestro consumo anual de energía es de aproximadamente 1.1 mil MM bep (año 2003), o poco más de 3 millones de bep, por día que representa, en términos gruesos, una factura anual del orden mínimo de 274 mil millones de pesos anuales, de los cuáles el 20 por ciento, o casi 55 mil millones de pesos, podrían ahorrarse sin merma alguna a las condiciones actuales de producción o de confort en nuestra sociedad. Empero, salvo los plausibles esfuerzos señalados, nuestros planificadores de la energía siguen ignorando este recurso y la eficiencia energética que, además del aprovechamiento del potencial de ahorro de energía, incluye el desarrollo de las energías renovables y sigue siendo uno de los últimos capítulos en la agenda de planeación de nuestro establishment energético.

El posible ahorro de esos 55 mil millones de pesos anuales (equivalentes a 600 mil bep diarios), que podría alcanzarse mediante un gran número de acciones atomizadas en todos los sectores de nuestra sociedad, implica un esfuerzo de inversión la cuál, recordemos, además de ser la contraparte del ahorro, involucra la llamada formación bruta de capital que, para los proyectos de la mejora en la eficiencia implica, a su vez, un gran despliegue de fuerzas locales que incorpora los recursos ingenieriles, los de consultoría, fomenta al artesanado, crea empleos y promueve el desarrollo de tecnologías autóctonas.

De embarcarnos en un magno proyecto nacional de esta naturaleza, también estaríamos reduciendo los niveles de contaminación y la incidencia de riesgos diversos, aplazando la cuestionable fecha del agotamiento de nuestra principal fuente energética y estaríamos preparándonos adecuadamente, tanto para la eventual transición energética, como para la catástrofe que va a significar la eventual importación de combustibles fósiles, cuyo precio va a obedecer a costos marginales exponencialmente crecientes y cuya disponibilidad en el mercado internacional se verá condicionada por nuestros vecinos oleo-adictos.

*Matemático por la Universidad de Maryland con estudios de posgrado en el Colegio de México y en la Universidad de Grenoble en Francia. Se ha desempeñado profesionalmente en el sector público; en la academia y como consultor internacional en temas principalmente relacionados con la energía. Actualmente funge como coordinador del Programa de Energía de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.