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Regresar a la lista artículos | Inicio Crecer desde el subdesarrollo Si no será una crisis de política energética la que nos lleve a modificar el marco estructural –y sobre todo, nuestra actitud– respecto a los hidrocarburos en México, ¿entonces cuál? Sin duda, tendrá que venir de un esquema de escasez presupuestal, cuando el destino nos alcance. *EDUARDO ANDRADE ITURRIBARRÍA La
vinculación entre el crecimiento económico y la disponibilidad
de suministro energético es un binomio inevitable, especialmente tratándose
del desarrollo económico de los países pobres. Entre más
pobres sean, más dependientes serán del suministro masivo de combustibles
y energía en general para que sus economías inicien un proceso
de industrialización que, a la larga, contribuya a disminuir los niveles
de pobreza de la población. Al
principio del proceso de desarrollo, el consumo de energía debe crecer
al menos al mismo ritmo en que se pretende aumentar el tamaño de la economía.
Esto es, si se pretende que la economía crezca al 7%, el suministro de
energía deberá crecer al menos a ese ritmo, lo que es terriblemente
demandante porque las necesidades de crecimiento acelerado de las economías
de los países pobres revisten profunda urgencia. SE ACABA EL PETRÓLEO BARATO Esto indica que al ya lacerante subdesarrollo y la urgente necesidad de salir de ella se aúna la dificultad de una población creciente que se incorpora a esa realidad, complicando cualquier propuesta de solución. En el caso de los países que tuvieran hidrocarburos o recursos naturales como agua o carbón para satisfacer sus necesidades de energéticos primarios, éstos podrán actuar como palanca para atraer o desarrollar la inversión requerida para producirlos. Para aquellos países que no los tuvieran, es un problema estrictamente de garantizarse el suministro externo con la incertidumbre de la dependencia de terceros para un insumo tan crítico. En ambos casos, dada la tendencia a que los depósitos de hidrocarburos de fácil extracción y menor precio sean cada vez más escasos, el mundo entero se encuentra en la encrucijada en que deberemos adaptarnos a que los precios de los combustibles serán cada vez más altos y que los precios del petróleo en la banda de los 22 a los 28 dólares no son más que parte de la historia que podemos ver con nostalgia. El consumo mundial de petróleo se acerca a 86 millones de barriles por día, lo que coincidentemente son mil barriles por segundo, y un crecimiento mundial de 2% anual que se traduce en poco más de 1,700,000 barriles diarios por año. Ese crecimiento es casi 50 por ciento de la producción petrolera o casi la totalidad de las exportaciones petroleras de México. En el mundo, no hay más de 17 países exportadores netos de petróleo del total de más de 200 países existentes, y no muchos más son productores aunque sea sin llegar al punto de poder exportar sus excedentes. Para todos estos países, los altos precios del crudo representan un problema, porque la economía mundial más temprano que tarde resiente dichos precios en sus posibilidades de expansión. Sin embargo, al menos tienen un factor positivo por el efecto que la comercialización del crudo que tengan les puede traer. PAÍSES ATRAPADOS EN LA POBREZA Sin
embargo, para aquellos países carentes, total o parcialmente, de reservas
de hidrocarburos el reto es mucho más grande porque crecer desde el subdesarrollo
los ha atrapado dentro de una circunstancia desafortunada: salir del hoyo del
subdesarrollo requerirá asumir que el petróleo y sus derivados
partan de una base de precios indicadores de 60 dólares por barril o
más, en vez de los menos de 10 dólares característicos
del crecimiento económico posterior a la Segunda Guerra Mundial. Además,
no existirían razones por las que esperar que los precios disminuyan.
Los Estados Unidos, Europa, Japón, India, China y Corea del Sur crecen
en los niveles de precios actuales, lo que indicaría que sus economías
han encontrado el camino para expandirse a estos niveles. Además, la expectativa de que el precio aumente aún más todavía es real, ya que encontrar grandes yacimientos de fácil explotación y en zonas que no estén sujetas a conflictos geopolíticos es cada vez más improbable y mientras el carbón o el gas natural procesados no puedan realmente reemplazar a los derivados del petróleo como combustibles, existirá una gran presión hacia el alza. Petróleo a 80, 90 ó 100 dólares son posibilidades reales y previsibles. Por un lado, se tiene la presión de la demanda sobre la oferta con sus posibilidades especulativas y, por otro, la inevitable mayor dificultad para extraer petróleo fácil o de la mejor calidad y posteriormente procesarlo para obtener productos refinados que, además, necesitarán ser de especificaciones más estrictas por las restricciones ambientales que la modernidad obliga. Otro problema es la dificultad para justificar dichas inversiones, ya sea a las comunidades en donde físicamente se construirían como a los inversionistas que deberían comprometer sus recursos en ellas. Asimismo, mientras mayor sea la estrechez de la oferta y que la demanda continúe creciendo, las presiones y los conflictos en las zonas de mayores reservas probablemente se exacerbarán. MÉXICO: CRECIMIENTO QUE NO BASTA Pero ¿qué significa todo esto para México? Obviamente, contando con 53 millones de pobres en nuestro país caemos en la lista del subdesarrollo. Si bien el norte y el sur de México observan en el agregado diferentes niveles de desarrollo, probablemente las mayores diferencias existan precisamente en los lugares en que se encuentran los niveles de riqueza más altos. Aliviar la pobreza implica la necesidad irrenunciable del crecimiento económico acelerado, ya no como un objetivo, sino como un mínimo indispensable que permita que las clases menos privilegiadas puedan reducir la brecha que los separa de aquéllas que poseen más recursos y posibilidades. México requiere no sólo un rápido crecimiento industrial, ya que éste no trae a la hacienda pública más que un porcentaje menor al 30% de las utilidades de las empresas. De hecho, el Impuesto Sobre la Renta equivale a sólo el 3% del Producto Interno Bruto, por lo que no se ubica ni siquiera el primer lugar dentro de los mecanismos de recolección de impuestos. Desgraciadamente la simple recaudación no sirve para que, en el mediano plazo, los niveles de bienestar de la población mejoren sustantivamente. El puro crecimiento acelerado de la economía –o sea, no menos de 6% anualizado ya descontándole el crecimiento demográfico– serviría sólo para que en alrededor de 35 años México pudiera alcanzar el nivel de vida de Portugal, España o Grecia, todo esto en promedio. Sin embargo, pensemos en hacer una simulación de políticas públicas que tuviera como objetivo fundamental disminuir la desigualdad en la distribución del ingreso, digamos equiparando o haciendo que el coeficiente de Gini de nuestro país se parezca, en el futuro, al que tienen, hoy, países como principalmente España, para la cual hay un consenso generalizado sobre su mejor nivel de distribución de ingreso. Una simulación como ésta, que se basara solamente en que la economía creciera rápidamente –o sea, que la única fuente de ingresos para el fisco fuera la recolección de impuestos– no podría alcanzar los niveles de igualdad en la distribución del ingreso español de hoy, sino hasta dentro de más de 69 años. Casi tres generaciones, si hacemos todo bien. ¿Demasiado tiempo, no es así? Si quisiéramos que ese período de disminución en la disparidad en el ingreso fuera más corto, sin duda tendremos que pasar por utilizar los ingresos emanados del petróleo y, al mismo tiempo, sin petrolizar la economía. Que el petróleo sirva como sustento del desarrollo del país presupone que el petróleo no sea soporte del gasto corriente, es decir, por hipotético que sea, que el petróleo dejara de ser el sustento de la burocracia y la ineficacia en el gasto gubernamental para conectarse directamente a partidas de gasto en infraestructura o desarrollo de capital humano, o sea educación. URGE REPONER LAS RESERVAS PETROLERAS Todavía más importante para que el petróleo sirva a futuro es que haya petróleo, lo cual si bien hace 20 años no era materia de discusión ahora sí lo es. Las reservas de las empresas petroleras internacionales no necesariamente son mucho mayores, en años, que aquellas que ahora tenemos como país, esto es, un poco más de 10 años, según la relación reservas vs. producción. Sin embargo, las empresas petroleras mundiales no están constreñidas al territorio de un país ya que pueden buscar y encontrar petróleo en cualquier parte del mundo, mientras que para Petróleos Mexicanos el área a desarrollar es tan sólo la del territorio nacional. Tal vez todavía más restrictivo que la limitación territorial es el marco estructural que rige a la industria petrolera ya que ni siquiera se le asignan recursos para hacer el mantenimiento óptimo de sus instalaciones, menos aún para la expansión de sus plantas o para la reposición de las reservas de hidrocarburos. El entorno descrito pone en duda que contemos con petróleo o con los recursos que de él provienen ya que, aunque encontráramos reservas que reemplacen a las actuales, no hay garantía de que éstas sean de la misma calidad que las actuales, por lo que podrían tener menor valor. En México, el primer objetivo de política económica, ya no nada más de política energética, debe ser la reposición de reservas petroleras. La reposición de reservas es ya un objetivo de política económica y de supervivencia del Estado mexicano como responsable de procurar el bienestar común. Desgraciadamente, ni el sentido de urgencia ni la capacidad de síntesis parecen ser características ni de los partidos políticos ni de sus representantes en el Congreso de la Unión. Hubo avances mínimos en legislación energética, lo cual es obligación de los legisladores, pero la última parte de la 59a legislatura nos deja leyes aprobadas que –por confesión de los diputados, ni siquiera se leyeron– crean una Agencia Espacial Mexicana, pero no una indispensable Agencia Nacional del Petróleo o los recursos para investigación en aguas profundas que algunos partidos políticos pedían. PESE A LA CRISIS, DEL DISCURSO NO PASAMOS Si no será una crisis de política energética la que nos lleve a modificar el marco estructural –y sobre todo, nuestra actitud– respecto a los hidrocarburos, ¿entonces cuál? Sin duda, tendrá que venir de un esquema de escasez presupuestal, cuando el destino nos alcance y los recursos petroleros difícilmente sean suficientes para mantener vivo el aparato burocrático gubernamental ni los recursos para inversión en infraestructura. En un escenario como ése, habrá que contentarse en que se dé servicio a la deuda gubernamental, se paguen los salarios del gobierno y nada más. Desafortunadamente si no prevemos esta situación en el momento en que acontezca, ya será demasiado tarde para que el remedio sea implementado, sin que el resultado del remedio llegue antes de 7 a 9 años. El llamado al respecto lo hacen Petróleos Mexicanos y las autoridades de Energía. Lo secundan diversos sectores de la población y hasta aquéllos que se han opuesto a las reformas del sector y los cinco candidatos presidenciales. Es decir, hay un acuerdo generalizado al respecto y, sin embargo, parece que no escuchamos los llamados y del discurso no pasamos. ¿Qué se requeriría para el reto del crecimiento desde el subdesarrollo sea afrontado desde la coyuntura de precios elevados de los hidrocarburos? En primer lugar, que nos garanticemos tener hidrocarburos a futuro lo que no se puede lograr más que con inversión sobre el sector, y esto podría implicar abandonar el modelo actual de exclusión del capital privado de la misma. Un segundo punto es desvincular el gasto corriente gubernamental de los ingresos petroleros, lo que será gradual y requerirá de la ya anunciada institucionalización del Sistema de Administración Tributaria y de un programa que lo comprometa a puntos de éxito intermedio que indiquen que se avanza por el camino correcto. Un tercer punto es la formalización por los partidos políticos de lo que algunos de sus destacados miembros han declarado en el pasado: que el producto de la renta petrolera sea conectada directamente al desarrollo de infraestructura pública y la educación, dando preferencia a las zonas y sectores más deprimidos. ¿Mucho que pedir? Probablemente, pero también el único camino hacia un solo México más próspero y justo. *Ingeniero
civil, egresado de la UNAM con especialización en administración
de proyectos y posgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión
de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es presidente de la Asociación
Mexicana de Energía y se desempeña como director de Desarrollo
de Negocios de Techint (amee@internet.com.mx).
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