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El petróleo y la supervivencia

Antes, siguiendo la teoría de Charles Darwin, el negocio del petróleo se dejaba en manos de los más aptos. Hoy, en cambio, dilapidamos el recurso y no lo transformamos. Así, la superviviencia de esa industria –y del país– está en riesgo.

MARIO HERNÁNDEZ SAMANIEGO*

¿Qué pasaría si de un de repente se nos agotara el petróleo y el gas natural? Pues simple y sencillamente nos quedaríamos con plataformas, refinerías y plantas petroquímicas de adorno; con miles de desempleados; con un fisco mirando de donde va a sacar pa’l gasto; sin ricos evadiendo impuestos; a oscuras; con empleados aduanales frotándose las manos de gusto por el boom del contrabando; esperando la beneficencia de las compañías petroleras extranjeras; y muchas cositas más que no cuesta tanto trabajo imaginar.

Como quien dice: nos alcanzaría el destino, ¿no es cierto? Pues fíjese que no…ya nos alcanzó.

Cada día tenemos menos petróleo y de pilón lo explotamos con singular alegría y desenfado como si nos fuera a durar para siempre. Pero no queremos vernos en el espejo en que se miran árabes, iraquíes, iraníes, venezolanos y africanos, ahogados en petróleo y en la miseria como nosotros. ¿Y por qué no voltear la cara y vernos en el espejo de japoneses, coreanos, chinos e indios que con nada o poco petróleo nos inundan con productos de la transformación de petróleo importado, productos que podemos producir más baratos e inundarlos a ellos? Si teniendo todavía petróleo no somos competitivos, ¿cómo seremos cuando no lo tengamos? Y aun más, ¿con qué dinero vamos a importar petróleo y gasolina, y a cacarear programas de beneficencia que hoy pagamos con petróleo?

Y aquí llegamos a la ignorada teoría de la supervivencia de los más aptos que nos legó Charles Darwin hace 135 años y nos preguntamos cómo es posible que no siendo los más aptos sobrevivamos mexicanos, árabes, iraquíes, iraníes, venezolanos y africanos.

¿Quién puede dudar que los veneros de petróleo que nos escrituró el diablo han sido los que con buen o mal gobierno han estado siempre prestos a sacarnos del atolladero? Y nosotros, malagradecidos, pensando que como los tenemos merecidos, ¿para qué molestarnos en ser aptos y sacarles todo el provecho posible? Pero veamos, para nuestra vergüenza, cómo los no favorecidos, por ser más aptos que nosotros, se encargan de sacar el máximo provecho a nuestro petróleo.

¿No cabe pensar que los mexicanos, árabes, etc. etc. seamos genéticamente retrasados mentales incapaces de hacer lo que los japoneses, coreanos, etc., etc. están haciendo con nuestro petróleo? Y por lo menos en el caso de los mexicanos no cabe pensarlo porque durante 50 años estuvimos haciendo con nuestro petróleo lo que los asiáticos ahora están haciendo con él.

Baste recordar que gobiernos mexicanos aptos lograron dar prosperidad a la nación escogiendo y dejando trabajar a hombres talentosos que tuvieron la libertad de escoger y preparar a quienes los debían suceder, dando así plena vigencia a la teoría del señor Darwin y dejando el negocio en manos de los más aptos. Cabe, entonces, preguntarnos por qué los sucesivos gobiernos que obligadamente conocen esa historia de éxitos, (1) no han sido capaces de, o (2) no han querido sacarle provecho.

En el primer caso, sucede que cuando una tribu queda en manos de dirigentes ineptos, rápidamente otras tribus dirigidas por sus más aptos se encargan de prestarles dinero y tecnología a cambio de un buen tajo de la cosecha. Y con eso, los primeros viven con la panza a medio llenar y los segundos con la panza bien llena. Así, en resumidas cuentas, opera el descubrimiento de Darwin: los más aptos viven de la globalización, y los menos, de la “globerización.” En el segundo caso, razones personales habrá. Pero a uno y otro caso hay que ponerle remedio para bien de la tribu.

En tribus bien dotadas los machos se encargan de que el jefe responda, y si no responde, lo deponen, así de simple. En nuestra tribu los machos, ni pío. A los que saben leer, escribir y girar cheques de siete cifras se les ha expuesto de mil maneras lo cerca que estamos de una catástrofe y ni así. Pagamos cara la gasolina, el gas, las materias primas petroquímicas; nos estafan las gasolineras, nos derraman petróleo, importamos gasolina, diesel y petroquímicos con lo que exportamos de crudo, pero ni así.

Se empeñan en tratar de convencernos de que para resolver los problemas hay que privatizar la industria petrolera (perdón, “permitirle participar a la iniciativa privada”) a sabiendas de que allá por los años veinte se le permitió participar y nos dejaron en con una mano adelante y otra atrás.
¿Por qué no pelean, presionan, para que se maneje bien la industria? ¿Será que ya hay arreglos en lo oscurito? ¿Porqué no pagan los impuestos que deben pagar para que al fisco le alcance pa’l gasto sin tener que exprimir a nuestra industria petrolera tan cerca que está de la desgracia?

Si quienes mandan en la industria petrolera insisten, ya sea por iniciativa propia u obedeciendo ordenes superiores, en que hay que compartir el petróleo para que por lo menos una parte de él sea nuestra, muy pronto todo será de quienes lo comparten con nosotros porque seguiremos comparte y comparte y con menos y menos recursos humanos, tecnológicos y económicos para defendernos del despojo.

¿En qué cabeza cabe aceptar lo dicho públicamente por el director general actual de Pemex en el sentido de que “aliándonos con petroleras extranjeras llegaremos a producir 6 millones de barriles de petróleo por día,” si ni siquiera se sabe lo que hay bajo el mar profundo…y encima de eso, con reservas en picada? Y como dijo el director general anterior un 18 de Marzo “El reto es cómo esta riqueza –el petróleo– debe orientarse hacia el fortalecimiento de la seguridad energética nacional de nuestros socios comerciales”

Y si tenemos refinerías y plantas petroquímicas trabajando deliberadamente a medios chiles so pretexto de que costea más vender la materia prima que transformarla y así frenar la competitividad de la industria por altos precios de energía y de materias primas petroquímicas; y si también han desaparecido empresas mexicanas que proyectaron y construyeron y le surtieron materiales y equipos a Pemex, cambiándolas por compañías extranjeras menos capaces, no sólo no se han creado empleos, sino que se han suprimido.

Ciertamente hacemos historia, pero de fracasos de los que nos debemos sentir avergonzado, porque sabiendo cómo se deben hacer bien las cosas, no las hacemos. Si se han hecho manifestaciones multitudinarias por razones y por sinrazones, ¿por qué no hacerlas para defender el patrimonio que nos puede hacer más grandes que los tigres del Pacífico. Ahí, países que con talento, esfuerzo y jefes de manada de primera han logrado ser grandes, sin poseer los recursos naturales que dilapidamos los mexicanos y que por default invitamos a otros a que nos ayuden a dilapidar? ¿Por qué? Porque nuestra gente aun no entiende que si ahorita come mal, al rato no come. Pero los que sí entienden y se hacen de oídos sordos, serán los culpables de que así sea.

Los empresarios industriales y del transporte y todos los demás consumidores masivos de energía en cualesquiera de sus formas que son los verdaderos generadores de empleos e impuestos se la pasan lloriqueando en manifiestos, reuniones con funcionarios, declaraciones de prensa, lamentaciones a diestra y siniestra , llorando como mujeres lo que no quieren hacer como hombres: pararse sobre las dos patas y pelear como lo han hecho los gasolineros defendiendo su coto (con o sin razón) que bien aprendieron la lección de los macheteros de Atenco, de los defensores del jefe de gobierno del Distrito Federal de un propuesto desafuero, de los ambulantes, de los taxis piratas, etc., etc., ante los cuales escurrieron el bulto altos funcionarios del gobierno. Y los sindicatos cuyos dirigentes, por cuidar sus intereses personales, desprecian el impacto que los altos precios de la gasolina y el gas tienen sobre la economía de sus agremiados y desprecian el potencial de la petroquímica para generar empleos.

¿Qué esperan todos ellos? ¿Que el gobierno graciosamente cambie las dádivas que cacarea en radio y televisión, por los empleos que empresas manufactureras competitivas pueden generar con base en energía barata? O quizá esperan que el pueblo muerto de hambre se pare de manos y diga a una voz: “Ya estuvo suave. Si el petróleo es nuestro que se vea. ¿Porqué ha de ser justo que los gringos importen nuestro petróleo, lo transformen y vendan la gasolina más barata que nosotros?”

No, señores empresarios, señores dirigentes sindicales, ustedes tienen la sartén por el mango. Aprovéchenla. Dejen de hablar de reformas estructurales. Con la legislación que hay se pueden enderezar muchas cosas. Ya con pleno conocimiento de causa –y no a priori– se verá qué cambios se deben hacer a la legislación. Jugar al “esperar a ver que pasa” es jugar con la sobrevivencia de México. Si hace 68 años se pudo, ¿por qué no se ha de poder ahora?

En la selva, no valen las improvisaciones. Dejarlas pasar solo conduce al suicidio colectivo o a la sumisión absoluta. En Nigeria tenemos un ejemplo viviente que no debemos seguir.

* Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Constitución del 17.