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La crisis petrolera comienza; los políticos no hallan salidas

Se observa una nueva etapa en materia energética con una posible escasez en el horizonte. En Estados Unidos, los políticos no encuentran soluciones reales al precio de la gasolina, que ya rebasa los 3 dólares por galón.


ROSÍO VARGAS SUÁREZ*

En Blood and Oil, uno de los últimos libros de Michael Klare, se subrayan las características que nos indican que la situación petrolera en el ámbito internacional se ha tornado crítica: (1) el creciente riesgo de una escasez petrolea permanente; (2) el aumento de la demanda por petróleo y gas natural por parte de los nuevos países en vías de industrialización, particularmente China e India; (3) el recurrente conflicto en las regiones productoras más importantes que llevan a escasez en la producción y en el abasto; (4) la falta de avance en desarrollar alternativas –como la eficiencia energética– al actual sistema económico-industrial, que es intensivo en el uso de la energía . Todas estas características ya son visibles en el escenario internacional.

Los indicios del desbalance entre oferta y demanda son por demás evidentes: los precios del petróleo en el mercado de futuros se han establecido por arriba de los 75 dólares por barril, mientras que la mezcla mexicana de exportación ha superado ya la barrera psicológica de los 60 dólares por barril. El galón de gasolina en Estados Unidos ha llegado a los 3 dólares, un precio nunca antes visto, generando temores de escasez para este próximo verano. El escenario anterior hace que la situación se perciba como explosiva por parte de los consumidores estadounidenses, lo cual ya impacta el escenario político interno.

El descontento por los altos precios de los hidrocarburos está desacreditando el desempeño del Presidente Bush y de los mismos republicanos debido a que se les percibe como poco hábiles en el manejo de la economía y demasiado cercanos a la filosofía e intereses de las compañías petroleras, a quienes se culpa directamente de las alzas. En respuesta, en abril, el presidente Bush solicitó una investigación sobre la fijación de los precios, debido a que las alzas se han convertido así en el detonante que, se sabe, pudiera favorecer a los demócratas en las próxima contienda electoral por estar abanderando la causa de los precios.

Ante el riesgo de perder las elecciones intermedias, la Casa Blanca y los republicanos están buscando formulas políticas para bajar dichos precios .En primer lugar y de manera recurrente, la retórica apela a la necesidad de salir de la dependencia del petróleo colocando tanto al petróleo, como a los altos precios en la categoría de asuntos de seguridad nacional, entre otras razones porque el 60% de su consumo procede de fuentes externas, muchas de ellas percibidas como políticamente inestables o definitivamente hostiles. También se ha anunciado una serie de medidas en un intento de contener los precios, por ejemplo la suspensión de compras gubernamentales para recargar la Reserva Estratégica de Petróleo, el relajamiento de las reglas ambientales en la formulación de gasolinas (boutique fuels), y las ya mencionadas indagatorias sobre posible manipulación de precios por parte de las compañías petroleras, a quienes se acusa de haber obtenido ganancias exorbitantes.
Con dificultad, el Presidente Bush quiere dar la imagen de que hace algo sin realmente tocar a las corporaciones o sus aliados, ni molestar a los conservadores económicos que detestan cualquier intervención del gobierno en el mercado. En este sentido ha ordenado al Departamento de Justicia y de Energía a abrir investigaciones sobre posibles manipulaciones en los mercados de las gasolinas (“to open inquiries into possible cheating in the gasoline markets”). No obstante, en el Congreso las cámaras no parecen muy dispuestas a gravar las fuertes ganancias de las corporaciones.

Los abastecimientos mundiales se perciben en tensión. Entre los argumentos geopolíticos está el factor iraní. De hecho, algunos analistas atribuyen las alzas del precio del crudo casi sólo a la tensión entre los Estados Unidos e Irán. En realidad, el diferendo no tiene que ver directamente con petróleo, ya que obedece a la decisión de Irán de desarrollar la opción nuclear con propósitos civiles frente a la negativa de las potencias nucleares quienes temen un eventual uso para fines bélicos. Si bien hasta ahora no hay indicios de que Irán pretenda suspender sus exportaciones petroleras a Occidente, el simple riesgo o posibilidad de que esto suceda o de que, por alguna razón se obstaculicen los suministros procedentes del Medio Oriente tanto a Occidente como a Asia, ha convertido al factor iraní en un asunto de alta geopolítica. En donde sí estriba su importancia es en el hecho de que Irán es el segundo exportador más importante de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el cuarto mayor productor en el mundo.

Las preocupaciones relacionadas con la producción petrolera mundial también incluyen el abastecimiento del petróleo de Nigeria como un factor que incide en las condicionantes del mercado. Puede incluirse también el descenso en la producción del crudo convencional de Canadá y lo que se percibe como un creciente antinorteamericanismo en Venezuela capaz de afectar sus exportaciones. Además, una industria petrolera en Irak que está en crisis.

Otro factor que se está viendo con preocupación es la baja esperada en la producción de Cantarell (el mayor campo petrolero mexicano) por su posible impacto en los bolsillos de los consumidores estadounidenses. Lo anterior no está lejos de la realidad, habida cuenta del hecho de que México es el segundo mayor abastecedor del mercado estadounidense y en algunos meses recientes ha sido el primero.

Si bien los pronósticos desde hace tiempo han augurado una creciente dependencia de los hidrocarburos del Medio Oriente, el panorama anterior los refuerza. Ante una estancada oferta en hidrocarburos y una estrecha capacidad de refinación a nivel mundial, sólo Arabia Saudita posee una capacidad de producción excedente (1.5 millones de b/d) capaz de hacer frente a alguna interrupción inesperada de la oferta. Si bien la volatilidad de los precios siempre es un factor del mercado petrolero, todos los factores anteriores no permite prever una baja sostenida en los precios, al menos por el momento.

Pese a los miles de millones invertidos en todo el mundo en nueva capacidad de producción, la oferta no ha sido la esperada. Quizás la mayor parte de la producción petrolera barata ya ha sido encontrada y explotada. El que queda es petróleo más caro. Y eso es lo que, al parecer va a propiciar que los precios sigan altos. Se esperan: mayores inversiones para explotar las arenas bituminosas de Canadá y el crudo pesado del Orinoco, es decir, el petróleo no convencional. Todo parece indicar que estamos entrando a una nueva etapa en materia energética, lo cual no descarta, sin embargo, la posibilidad de una escasez en el horizonte.

En el otro lado de la ecuación, la demanda está en aumento: 85 millones de barriles diarios en el 2006. A fin de cubrir los requerimientos de la demanda, la producción petrolera deberá aumentar en 45.3 millones de b/d de aquí al 2025, de acuerdo con el Departamento de Energía de los Estados Unidos. La situación es complicada ante la creciente demanda, habida cuenta el desempeño económico de países como China, India y Japón, rivalizando con Estados Unidos, el primer consumidor de energía a nivel mundial

Si bien se asoman los primeros indicios de lo que podría ser una crisis de carácter permanente, el paradigma energético basado en fósiles no cambia en el mundo, menos aún en la Unión Americana. Si bien hay un significativo apoyo económico por parte de la administración Bush al desarrollo del hidrógeno como alternativa, los centros de investigación más importantes no preven su uso estandarizado antes de 40 ó 50 años. También existe alternativas como los biocombustibles y los vehículos híbridos como opciones para reducir el consumo de los combustibles fósiles, así como las energías renovables en la generación de electricidad. Sin embargo, estas opciones aún no significan un cambio radical en la composición de la oferta. Más bien, los argumentos políticos para salir del atolladero en Estados Unidos serán la explotación del Refugio de Vida Silvestre del Ártico y la relajación de los estándares ambientales. Estas opciones, sin embargo, no son más que paliativos como respuesta a la demanda del publico estadounidense de que baje los precios de la gasolina.

* Es investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, y profesora de la maestría en estudios México-Estados Unidos del posgrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es maestra en economía y política internacional por el CIDE e investigadora adscrita al Área de Estudios de la Globalidad. (rvargas@servidor.unam.mx).