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El IMP: ¿Hacia la soberanía tecnológica?

Quien gobierne al país a partir de 2006 deberá dar un mandato a los institutos de investigación para definir una visión tecnológica del sector energético para el largo plazo

EDUARDO ANDRADE ITURRIBARRÍA*

El pasado 23 de agosto, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) conmemoró su 40 aniversario y, ahora que la carrera presidencial se va consolidando, cabe reflexionar sobre dónde quedará el instituto durante el sexenio que viene. Esto, en gran medida, dependerá de la visión que tenga el próximo presidente del país sobre el sector energético, lo que podría ir de una simple sustitución de importaciones, la garantía de suministro de electricidad y combustibles o hasta una visión de estadista que equipe al país con las herramientas que permitan la autosuficiencia, pero no solamente en el sentido de disponibilidad de energía y energéticos, sino en la vertiente de contribuir auténticamente a la soberanía del país con elementos tangibles y no mera retórica.

Si bien el término de soberanía ha sido usado como comodín al discutir o expresarse sobre el sector energético, y por igual se le usa para demandar que haya inversión privada como para que no la haya, en realidad nadie ha precisado en términos prácticos qué es la soberanía energética; y siguiendo esta indefinición para diferenciar lo banal de lo importante, de lo indispensable o de lo urgente, ha sido imposible encontrar los consensos para que implementemos acciones que debieran ser impostergables, como, por ejemplo, haber etiquetado ingresos petroleros a la reposición de reservas de hidrocarburos dentro de la nueva ley para el régimen impositivo de hidrocarburos.

En un ámbito que representaría todavía mayor importancia, y en donde se distinguiría a un estadista de un mero apagafuegos, es indispensable para el mejor interés del país que la visión de quien gobierne al país a partir de 2006 sea dar un mandato a los institutos de investigación del sector para definir la visión tecnológica del sector energético del país para el largo plazo y planear su implementación.

Ya no se hablaría de un plan a 25 años, con lo loable que pueda ser para el que hace planeación económica o de empresa, ya que ese es el horizonte natural de planeación de la industria energética. Habría que suponer escenarios y desarrollar la tecnología que pueda dar sustentatibilidad a México en su auténtica seguridad energética cuando el petróleo deje de ser un pilar económico del mundo. Las implicaciones tendrían que ver con incorporar al país en una dinámica donde lo estratégico ya no sean las reservas de hidrocarburos, sino lo que habrá más allá de ellas. Una visión de este estilo puede ser análoga a la que el General De Gaulle previó para Francia hace muchos años al desarrollar un extenso programa nuclear que hoy permite que los franceses tengan garantizado su suministro eléctrico actual por un lado, y para que en el futuro, cuando la era del hidrógeno llegue, la misma tecnología nuclear permita usar las nuevas nucleoeléctricas como las refinerías del futuro en las que se procesará el hidrógeno que serviría como combustible para los vehículos de entonces.

No es cuestión de simplemente comprar la tecnología, con lo que se mantiene la dependencia intelectual, sino de desarrollar y poseer conocimiento que solamente puede derivar de la concepción explícita de que conviene y es indispensable poseerlo y de que para lograrlo hay un costo de desarrollo que debe ser pagado hoy y cuyos resultados se recogerán en el futuro. Desde luego, esta recopilación de resultados viene en sexenios posteriores en los que el presidente 2006-2012 ya no será parte ni siquiera de las notas de periódico sino de la historia más reciente, lo que, en sí mismo, es una prueba ácida para cualquier gobernante en nuestro país.

No podemos sentirnos soberanos cuando en el ámbito tecnológico sustancialmente tropicalizamos innovaciones de otras latitudes y pagamos regalías por procesos ajenos que países o instituciones con más visión desarrollaron. El hecho de ser dueños de las reservas de hidrocarburos es un gran potencial, pero la capacidad de explotarlas y aprovecharlas al máximo, según nuestra más amplia conveniencia, es donde radica la soberanía. Es aquí donde debemos exigir, a quien sea que gobierne este país, una definición estratégica sobre nuestro futuro como nación donde se prefiera ser líderes y no seguidores. Por esa razón, en primer lugar en su propuesta de política energética deberá venir un mandato hacia el IMP, así como a los otros dos institutos de investigación del sector para que se aboquen a la consecución de este objetivo. Huelga decir que se les deberán garantizar los recursos económicos para que cumplan con su labor por lo que habría que redefinir la Ley Federal de Derechos, o sea el régimen fiscal de Pemex, para que por su carácter estratégico no solamente se etiqueten partidas producto de la producción petrolera a la reposición de reservas, sino también al desarrollo de tecnología para el futuro del país. Ahí es en donde radica la soberanía y el auténtico aspecto estratégico de la industria petrolera mexicana.

*Ingeniero civil, egresado de la UNAM con especialización en administración de proyectos y posgrado en finanzas del ITESM y de proyectos de inversión de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es presidente de la Asociación Mexicana de Energía y se desempeña como director de Desarrollo de Negocios de Techint (amee@internet.com.mx).