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Pemex: ¡que la sociedad decida!

En este fragmento del libro “México: crónica de los negros intereses del petróleo” se plantea que la sociedad mexicana debe evaluar y decidir el futuro de su industria petrolera.

JOSE ANTONIO BELTRÁN MATA*

Debatir u opinar si la industria petrolera nacional lleva hoy el rumbo indicado requiere de al menos recordar el sustento, el análisis y el diálogo permanente que tuvieron muchos mexicanos al advertir que nuestra Nación era propietaria de grandes mantos petrolíferos, e imaginar en ese momento la importancia que representaría el petróleo en los años venideros.

Máxime, si el Director General de Petróleos Mexicanos (Pemex) finalmente no podrá cumplir con la producción de crudo que pronosticó, ya que tocó techo y no se podrá alcanzar la meta de los 4 millones de barriles diarios. Es previsible que se dejará a la próxima administración una producción petrolera en declive. La inversión en exploración ha dado magros resultados, por lo que persiste el problema de la caída de las reservas probadas. Además, Pemex no podrá entrar a aguas más profundas, y finalmente, no se concretarán en este sexenio avances significativos en la construcción de la nueva refinería en Minatitlán ni del proyecto petroquímico Fénix.

Demetrio Sodi de la Tijera , senador de la República , en uno de sus artículos, hace mención de la incredulidad que debiera existir en cada uno de los participantes de la sociedad mexicana al evaluar la tesis que maneja Alan Stoga, quien refiere la tratar temas políticos y económicos de que México quiere “permanecer pobre”.

Esta afirmación parece venir del rechazo actual a discutir reformas estructurales , a la que le atribuye la actual Dirección General de Pemex algunos fracasos obtenidos. Por lo que debemos intentar al menos lograr que la sociedad mexicana entera conozca, aún cuando sea de forma parcial, lo que Petróleos Mexicanos ha representado para el país en los últimos 50 años y en esa forma evalúe y valore y por qué no, ¡QUE DECIDA!

Si esta institución debe continuar como empresa del Estado, con la rectoría y supervisión del gobierno y particularmente, siendo propiedad de todos nosotros.

Si las pasadas administraciones, así como la actual, han fortalecido, consolidado y administrado en forma correcta los activos trascendentes y valiosos que cientos de mexicanos, técnicos estupendos y políticos de gran conciencia nacional, construyeron por años, como fue el caso de Lázaro Cárdenas que impulsó la constitución de lo que hoy reconocemos como Petróleos Mexicanos, o si por el contrario han faltado proyección y planes estratégicos para asegurar que en el futuro continúen siendo los recursos naturales de los hidrocarburos y la industria transformadora, que se creó en forma paralela, el impulso vital y estratégico de la economía mexicana.

NECESARIO, UN CAMBIO VITAL

En lo particular, he sostenido por algunos años, que más que pronunciarse en el tema de si debe o no aumentar la presencia del Estado a través de más empresas públicas, en lo que sí estoy auténticamente convencido es que la industria petrolera nacional y en especial Pemex requiere de un cambio vital.

La urgencia de que esta gran controversia se resuelva, se debe a que por más de 15 años se ha discutido y polemizado sobre el tema, mientras la industria y la empresa languidece al punto de que hoy temerariamente los propios directivos responsables anuncian sin decoro que prácticamente esta en la quiebra; que su patrimonio ha sido rebasado por los pasivos que acumula día a día, y en lugar de hacer propuestas directas para mejorar la calidad de la Dirección Corporativa , y con ello recuperar la confianza de los inversionistas, estableciendo nuevas normas y recomendaciones que obliguen a toda la sociedad mexicana a revaluar la forma en que operan, se complacen tan sólo en buscar o encontrar culpables de la catástrofe de los últimos años en materia petrolera mexicana.

A dos décadas de iniciado el experimento neoliberal, con más mercado y menos Estado, la prosperidad ofrecida por los reformadores neoliberales está cada vez más lejos de la realidad. No es fácil decidir quien ha manejado peor las variables macroeconómicas, si los gobiernos populistas de Echeverría y López Portillo, que operaron el último tramo del modelo sustituto de importaciones, o los gobiernos macroeconómicos, pero con los gobiernos populistas por lo menos hubo crecimiento.

El resultado de errores u omisiones en los gobiernos populistas fue un crecimiento dramático de los pasivos y del déficit fiscal, que desembocaron en la crisis financiera de 1992 y en la brecha ingreso-gasto público insostenible.

La tecnocracia neoliberal arribó al poder en estas condiciones, y en vez de rectificar prudentemente los errores del manejo macroeconómico, fiscal y cambiario, y de realizar los ajustes pertinentes en la estrategia de industrialización, manteniendo incólumes los principios de la Revolución , entre ellos la consolidación de la industria petrolera, optó por un viraje de ciento ochenta grados, desechando las funciones que tenía asignado el Estado en la promoción del desarrollo económico para efectuar una verdadera revolución económica neoliberal, basada en la apertura unilateral y abrupta, así como el severo achicamiento de las funciones del Estado en desarrollo económico, sostenido en su mayoría en las funciones desempeñadas por Pemex.

En consecuencia, México debe adoptar una nueva estrategia económica que supere tanto los excesos e ineficiencias estructurales del modelo sustitutivo de importaciones como los excesos e ineficiencias permitidas, particularmente al permitir que Pemex se desmantelara. En mi opinión, la duda en cuestión de Pemex no es establecer su objetivo, sino encontrar la manera de alcanzarlo. Para ello es necesario desde hoy eslabonar adecuadamente las metas con los instrumentos y la acción.

En la política económica lo que cuenta es el cómo; y lo realmente valioso es la elección con conocimiento de causa del camino más certero, que por supuesto no es compartir un recurso natural tan valioso como es el petróleo. Ante ello es fundamental que si Pemex es la industria nacional que más ha contribuido al gasto fiscal, debe elevar la eficiencia y eficacia de esta institución estatal, asegurando la aptitud y honradez de sus funcionarios, la rendición de cuentas y la erradicación de la impunidad. (...)

Retomar una cultura de legalidad es indispensable en todas y cada una de las decisiones, eliminar las faltas de ética del área jurídica, teniendo certeza precisamente en el rumbo que se elegirá.

El reto fundamental es que nuestra institución Petróleos Mexicanos se modernice en un mundo económicamente diferente manteniendo los objetivos de su creación, ser para los mexicanos, para México.

Resulta inadmisible, que la actual administración de Pemex –que alienta esperanzas para que nuevamente se agigante la industria petrolera nacional-, se vea manchada, sin culpa alguna hasta hoy, de un acto bárbaro y lleno de corrupción, al permitir que se siga actuando en la comercialización de refinados al margen del marco legal que regula la industria petrolera..

“Ningún acuerdo general debe contrariar las leyes” y mucho menos la Constitución ni alterar lo que el principio de juridicidad ordena, pues sólo debe ser interpretativa de las normas de Derecho y no modificativo o ampliativo de las mismas.

*Ha sido asesor de la Presidencia de la República en materia de política internacional. Es socio fundador de la empresa Combustibles de Oriente SA de CV y presidente honorario de la Asociación Nacional de Distribuidores en Combustibles y Lubricantes (ANDICOLUB). Es autor de los libros "El empresario mexicano en la política", "El petróleo, un punto de vista personal" y "La estructura comercial en Petróleos Mexicanos".